Cada uno de esos conceptos nos construyen, y nos permiten crear espacios de vinculación
“El concepto de la “mujer salvaje” que desarrolla Clarissa Pinkola Estés, doctora en psicología clínica, y activista social, invita a confiar en la intuición, esa voz interior que nos guía hacia nuestro verdadero camino, pues al escucharla, podemos tomar decisiones más alineadas con nuestros valores y deseos más profundos”
Hace unos días, mientras hacía limpieza de un librero, tuve la fortuna de encontrar un libro que pensaba perdido, o como me gusta decir, que siguió su camino de enseñanza, se llama Mujeres que corren con los lobos de la autora Clarissa Pinkola Estés.
No es un libro nuevo, pero tampoco viejo, donde la autora, a través de pequeñas historias, relatos y mitos ancestrales, hace una conexión con la fuerza interior que todas llevamos dentro.
El día de hoy me gustaría retomar algunas ideas que, en su momento y hoy mismo, vuelven a resonar en mi corazón y mi mente, y es que hay una diferencia entre el linaje, la familia y la tribu.
El linaje es todo nuestro pasado, desde mamá y papá hasta los ancestros/as que no conocimos, pero sabemos que existieron, con los cuales a través de las historias narradas de generación en generación, seguimos conectados e incluso anclados, y atados a mandatos anteriores a nosotros y nuestro tiempo.
La familia es el núcleo que nosotras elegimos de adultas: Nuestra pareja e hijas/os, quienes nos dan la oportunidad de hacer nuevas historias, de renacer y ejercer nuestro derecho a crear nuevos espacios.
La tribu tiene que ver con todas esas personas que nos sostienen y que nos han sostenido o acompañado, aunque no hay necesariamente un vínculo de sangre. La tribu se va creando, con amigas, compañeras, vecinas, conocidas, hermanas de camino. La tribu está para ti y tú te sientes acogida, respetada y amada en esta parte vincular de tu vida.
Hay veces que nuestro linaje se ha perdido o hemos decidido romper lazos con algunos o todos los miembros, por salud mental o emocional. Del linaje nos viene la vida, sí, pero un vínculo sano no se sostiene únicamente por “estar ahí”, sino por cuidarla, procurarla y acompañarla, y muchas veces parte de nuestro linaje lo hace y otras tantas no.
La elección de la distancia o cercanía con tu linaje es personal y válida, con base en lo que tú has vivido y has decidido hacer. El bienestar propio no está condicionado a la cantidad de cercanía que tengas con tu linaje.
En la familia es muy probable que repitamos patrones o vicios de actuar que aprendimos con el linaje, y que mientras no se sane el pasado, repetiremos inconscientemente en el presente.
Esto no lo hacemos por querer estar mal ahora, sino porque como dice Clarissa Pinkola Estés, “Al repetir esa herida que tanto duele, aunque duele, te hace sentir un poco más en casa”. Te da identidad porque te remonta.
Aquí es donde el trabajo personal es muy importante para poder mirar, sanar y tener otras opciones de afrontar cada situación que vivimos.
Como puedes ver, tenemos al menos estos tres espacios de vinculación y cada uno nos puede proveer de diferentes cosas y también nosotras, a su vez, vamos formando parte de otros linajes, familias y de otras tribus.