Un día propone lanzarse en solitario a la gubernatura en Nuevo León. Se postula prematuramente el diputado local Carlos de la Fuente y el simulacro de su destape suena hueco: un paso al vacío, un avanzar a la nada.
Pocas horas después el repliegue. La disculpa tácita por el exabrupto. Reconoce el PAN de Nuevo León que, si bien tiene un abanico — invisible y etéreo — de candidatos a gobernador, en realidad se subordina a lo que decida su adversario histórico, que es el PRI; hoy su enemigo de siempre es el jinete que conduce su carroza al cementerio del olvido.
Terminan los tiempos heroicos; se acaban las épocas de la resistencia contra el poder central; concluye una tradición de la ruptura (como diría Octavio Paz) y se privilegia la sumisión a otro partido, con menos garantía de votos, con menos posibilidad de triunfo en las urnas, pero con más posibilidad de ser una tabla de salvación para mantener el registro como partido político. A ese nivel de decadencia y desvergüenza ha caído el partido que fundó Manuel Gómez Morín.
¿Con esa pobreza de ímpetu pretende llegar el PAN al 2027? ¿El partido que ya ganó la gubernatura y fue emblema de insurrección de las clases medias nuevoleonesas; punta de lanza de los capitanes empresariales, hoy atando su destino y su suerte a lo que determine su rival histórico?
¿De plano con sus propias fuerzas no puede con el paquete? ¿Tanto miedo le tiene al reto de llenar las urnas con votos en favor de sus aspirantes? ¿Tanta inseguridad le hace temblar las corvas? ¿Tanto temor a enfrentar la competencia electoral? ¿Tanta ruindad?
¿O quizá en el fondo el PAN de Nuevo León se resigna a parapetarse en sus bastiones cada vez más frágiles: San Pedro y San Nicolás? ¿O quizá su única ambición mezquina es mantener su camarilla de amigos y compadres en el Congreso del Estado, y cuidar su cuota de regidores en los municipios? ¿De ese tamaño es su ansiedad por no desaparecer para siempre en el mapa regional de la mediocridad?
Porque eso es el en el fondo el PAN de caciques en Nuevo León, de los Chefos y los de la Fuente: un ejemplo de fracasada mediocridad.
Que con su pan se lo coman. A nadie engañan con su vulgaridad de ideales, aspiraciones y falsa brega de eternidad. Obsoletos y viejos están. Aunque disimulen no darse cuenta de su triste realidad.