En los últimos días ha generado polémica un video –publicado en la red TikTok– protagonizado por una de las personas a cuyo cargo se encuentran las magistraturas del Tribunal Electoral del Estado de Aguascalientes: Jesús Ociel Baena Saucedo.
Durante la secuencia, de poco más de un minuto, se desarrolla un diálogo entre Baena y otra persona durante el cual se menciona la publicación de una convocatoria, por parte del Instituto Nacional Electoral, para reclutar a quienes fungirán como supervisores y capacitadores electorales en el proceso electoral federal en marcha.
En el diálogo, Baena y su interlocutor utilizan algunas expresiones con carga sexual –recurriendo al doble sentido– y palabras cuyo uso, por parte de personas heterosexuales, podrían ser calificadas como discriminatorias. Eso, en particular, provocó la polémica.
Personalmente no estoy interesado en el análisis del lenguaje –verbal, kinésico, icónico– ni de las expresiones orales concretas del video en cuestión. Tales hechos, me parece, se ubican dentro del territorio de la libertad de expresión de las personas. Me interesa, en cambio, llamar la atención sobre el contexto. Porque el contexto importa… o al menos debería.
¿Cuál es ese contexto? En esencia, un hecho puntual y concreto: Ociel Baena forma parte del cuerpo colegiado responsable de impartir justicia, en materia electoral, en el estado de Aguascalientes. Se trata de una responsabilidad pública relevante y de la mayor gravedad.
Para decirlo de manera más concreta: el trabajo de Baena consiste en dirimir las disputas surgidas en el terreno de la lucha por el poder público; es decir, en el proceso de ejercer los derechos político-electorales de la ciudadanía.
Es un trabajo para el cual se requiere un alto grado de especialización en materia jurídica y cuya principal actividad consiste en analizar hechos, ocurridos en el mundo fáctico, a la luz de las reglas y principios del derecho y, a partir de dicho análisis, construir una propuesta de veredicto, someter esta a la discusión colegiada y, a través de dicho ejercicio, convertirla en una sentencia con la cual zanjar la controversia concreta.
¿Cuál es el desempeño de Ociel Baena en este terreno? ¿Cuáles son las teorías jurídicas a las cuales se suscribe para, desde ellas, defender una posición u otra en su trabajo cotidiano, ese por el cual le pagan los contribuyentes? Accediendo al contenido publicado en sus cuentas de redes sociales es imposible hacerse una idea sobre el particular.
A todo mundo queda muy clara la adscripción de Baena a la comunidad LGBTIQ+ y su posición de defensa de la denominada “cuota arcoíris”, una especie de acción afirmativa a través de la cual se ha reservado un número mínimo de asientos para integrantes de dicha comunidad en cuerpos colegiados o se les garantiza el acceso a empleos públicos.
Y esto es así porque toda su comunicación pública, la cual despliega desde su posición de figura pública, se concentra en enfatizar los aspectos exteriores de su personalidad, señaladamente su identidad de género. En su cuenta de TikTok ha desdoblado casi al infinito la expresión “y la queso”, popularizada a partir de su aparición en un diálogo de la telenovela El Amor Invencible.
¿Importa o no importa el comportamiento público de alguien a quien se ha encomendado una tarea tan delicada como la de impartir justicia? ¿Frivoliza Ociel sus tareas públicas al concentrarse en enfatizar su pertenencia a un grupo social específico dejando de lado la naturaleza y esencia de su trabajo en el Tribunal Electoral de Aguascalientes?
En éste, como en otros temas, encuentro difícil responder a la interrogante de forma categórica, tajante, inapelable. Pero por eso mismo también no puede calificarse de irrelevante el “estilo personal de comunicar” de Baena a quien, a partir de lo publicado en redes, resulta cada vez más difícil ubicar en el papel de juzgador mientras se aproxima al de un personaje folklórico.
@sibaja3