Prácticamente, todos los conflictos, disputas y distanciamientos surgen porque nuestro ego cree tener la razón, y por ende los demás están equivocados.
Nuestro cerebro es un órgano maravilloso, pero un órgano, al fin y al cabo, y como todo órgano, tiene sus capacidades y sus limitaciones.
Por ejemplo, el hígado es un órgano increíblemente sofisticado que se considera el laboratorio del cuerpo. En este órgano se realizan millones de funciones constantemente para que nuestro cuerpo siga vivo.
Sin embargo, tiene también sus limitaciones, por ejemplo, el hígado está diseñado para metabolizar el alcohol etílico, pero si este se consume de manera frecuente, y en altas cantidades, termina afectándolo.
Así mismo nuestro cerebro es un órgano maravilloso y tiene infinidad de funciones y una de ellas es crear un personaje ficticio llamado “ego” o “yo separado”, que al ser una función cerebral tiene sus grandes beneficios que permiten la supervivencia, pero también tiene limitaciones, porque al creer que ese personaje creado por nuestro cerebro es nuestra identidad o nuestra esencia, empiezan los conflictos.
De tal manera que es sumamente importante para lograr una vida plena, autosustentable, que desarrollemos estrategias para ir desenmascarando a este personaje, y verlo solo como lo que es: Una función cerebral utilitaria para la supervivencia del cuerpo, cuerpo del que somos conscientes, pero que no somos el.
Ya que lo que realmente somos no es ese “yo separado” que cree ser poseedor de un cuerpo, un nombre, una cuenta bancaria, una nacionalidad, todo eso es sólo algo necesario para vivir en la realidad relativa que la mente genera.
Tampoco somos el cuerpo con todos sus órganos funcionando de manera autónoma (incluso el órgano que llamamos cerebro), lo que somos en realidad es (por llamarla de una forma), una consciencia unificada, autoluminosa y eterna.
Y de esta consciencia que somos, se despliegan todos los fenómenos, desde, los quarks, aminoácidos, bacterias, personas, animales, objetos, hasta los planetas y galaxias, y por supuesto el ego, y el cuerpo en el que lo que somos, la consciencia, se refleja e identifica.
De tal manera que cuando comenzamos el “camino de vuelta a casa” esto es, cuando comenzamos a desarrollar los pasos para darnos cuenta que somos esa consciencia única, disfrazada de persona, los conflictos, los resentimientos, las envidias, los celos, la zozobra, comienzan a desvanecerse.Ya que nos damos cuenta que sí, todos somos uno.
Y esto no es una idea metafísica, mística, esotérica, fantasiosa o de la nueva era, sino que es la realidad que los místicos siempre han dicho, pero que hoy la ciencia lo confirma.
De tal manera que si te interesa comenzar el camino hacia una vida realmente plena, (no la plenitud que la mente nos trata de imponer), el primer paso es sospechar que no eres lo que crees ser, que no eres un organismo cuerpo-mente, sino que eres el todo identificándose erróneamente con un pequeño y finito personaje, carente y limitado.
Hasta el siguiente momento presente.