El próximo 2024 promete ser un año de cambios históricos para México. Los vientos de cambio nos auguran la posibilidad real y casi palpable de tener, por primera vez en la historia del país, una presidenta. Con las elecciones internas de Morena designando a Claudia Sheinbaum y con Xóchitl Gálvez como líder del Frente Amplio por México, nos encontramos ante dos perfiles con enormes posibilidades. Son dos mujeres de peso político, líderes en sus respectivas trincheras, y una de ellas, sin duda, marcará el siguiente capítulo en la historia de México.
Para entender el significado de este momento, hay que retroceder en el tiempo y recordar a otra mujer que dejó una marca indeleble en la historia mexicana: Malintzin también conocida como la Malinche o Doña Marina. Su figura ha sido, durante siglos, objeto de controversia. Muchos la tildan de traidora, mientras otros la ven como una pieza clave para el entendimiento entre dos mundos tan distintos.
Si nos atrevemos a mirar a la Malinche más allá de los estigmas y el machismo con el que la historia la ha juzgado, encontraremos a una mujer inteligente, astuta y con un poder político sin precedentes para su época. Fue mediadora, intérprete y asesora. Sin ella, la historia de la Conquista hubiera sido diferente.
El machismo nunca aceptará que la Malinche fue la primera política mexicana, ni que fue la primera mujer más poderosa del país, y que incluso en el mundo de aquellos tiempos fue una de las figuras de poder más importantes de la tierra. Pasó todo lo contrario porque los libros prefirieron llevarla a la hoguera para que los mexicanos la odiaran, pero sin eso que ocurrió hace muchos años no tendríamos el México que hoy tenemos, y muchos de nosotros no existiríamos, así que la historia no debería juzgarse, más bien, deberíamos de entender, aceptar y aprender de lo que ya pasó.
Nunca aceptarán el poder de Doña Marina, muchísimo menos permitirán darle el lugar que se merece en la historia. El machismo siempre trae muchas fobias y esas fobias han hecho, por ejemplo, que hasta ahora México no haya tenido a una mujer presidenta.
Ahora, siglos después, México se encuentra a las puertas de un nuevo momento histórico. Claudia Sheinbaum con su destacado currículo y Xóchitl Gálvez con su notable trayectoria política, representan no sólo la posibilidad de una administración femenina, sino también el reconocimiento de que las mujeres somos piezas fundamentales en el desarrollo y progreso de México.
Ambas, de manera novelada, enlazan sus historias con la de la Malinche. Si ella fue la primera mujer de poder en los albores de una nación, Sheinbaum y Gálvez tienen el potencial de marcar otro hito, liderando un país en tiempos modernos.
El mensaje es claro: México está listo para dejar atrás los prejuicios y las limitaciones de género. La presencia de mujeres en puestos de poder no es una novedad, es un reflejo de una sociedad que avanza y reconoce el valor y la capacidad de todas sus personas, independientemente de su género.
El 2024 puede ser el año en que la historia mexicana dé un giro significativo, celebrando no sólo el legado de mujeres poderosas como Malintzin, sino también abriendo la puerta a un futuro con liderazgos femeninos al frente. Es tiempo de reconocer, valorar y celebrar la influencia femenina en la construcción de la nación.
Continuando con la reflexión, no podemos ignorar el impacto que la posible elección de una presidenta tendría en las generaciones futuras. En una sociedad donde las niñas aún son, en muchos casos, desincentivadas a seguir carreras de liderazgo o a soñar en grande, ver a una mujer en la silla presidencial podría ser el impulso que necesitan para creer en sus propias capacidades.
El papel de las mujeres en la política ha sido tradicionalmente minimizado. Sin embargo, su influencia y aportaciones han sido fundamentales para el desarrollo de muchas naciones. En Latinoamérica, países como Chile, Argentina y Brasil ya han tenido la experiencia de ser liderados por mujeres. Aunque las opiniones sobre sus gestiones pueden variar, es innegable que su presencia en el poder ha abierto puertas y ha roto paradigmas.
México, con su rica historia y diversidad, tiene la oportunidad de sumarse a esta ola de cambio y mostrar al mundo que está listo para una evolución en su estructura política y social. Las candidaturas de Sheinbaum y Gálvez no son sólo simbólicas; son el reflejo de años de lucha y esfuerzo por parte de mujeres que buscan un espacio en un escenario tradicionalmente dominado por hombres.
El legado de la Malinche puede ser reivindicado. Las historias de mujeres que desafiaron las normas y las expectativas pueden ser reescritas, no desde una perspectiva de victimización, sino de empoderamiento. Si México elige a una mujer como presidenta, estará enviando un mensaje potente a todas las mexicanas y mexicanos: que el género no define el potencial y que las barreras están hechas para ser superadas.
Es esencial, sin embargo, no dejarse llevar solamente por el simbolismo. La elección de una líder debe basarse en sus propuestas, visiones y habilidades. Pero si 2024 es el año en que México elige a su primera presidenta, será un recordatorio de que el país está evolucionando y que está listo para enfrentar nuevos desafíos con una perspectiva fresca y diversa.
La historia está en constante cambio y, en esta ocasión, México tiene la oportunidad de escribir un nuevo capítulo donde las mujeres no únicamente participan, sino que también lideran. Es un momento emocionante, lleno de esperanza y posibilidades. El deseo es que el futuro de México refleje la diversidad y riqueza de su gente, y que las voces femeninas resuenen con fuerza en los pasillos del poder.