Será una prueba interesante: ¿cómo se va a comportar la contaminación en el área metropolitana de Monterrey en estos días de Jueves y Viernes Santo?
A ver… bajará el número de vehículos circulando, bajará la actividad en muy buena medida; incluso numerosas empresas, incluyendo algunas fábricas, detienen su actividad.
Lo que no se detiene —como casi nunca se detiene— son las industrias “esenciales”, como la Refinería de Cadereyta, las termoeléctricas, acereras, pedreras y cementeras.
O sea, las que se cuentan entre las más contaminantes en todo sentido.
Será importante ver los resultados para seguir armando el hoy inacabado rompecabezas sobre quién nos contamina y qué tanto.
O sea, el tan anhelado y tan necesario “inventario de emisiones”.
Uno que sea preciso, implacablemente objetivo y tremendamente exhaustivo.
La primera gran prueba la vivimos en la pandemia, sobre todo entre 2020 y 2022.
En esos años bajó considerablemente la actividad, casi no había tráfico en la ciudad, pero las industrias estratégicas nunca pararon.
Y la contaminación, ¡tampoco bajó significativamente!
Ese es un indicio clave a considerar, sobre todo para quienes, por ejemplo, solo quieren culpar a los vehículos.
Y habrá que observarlo en cada coyuntura de días de asueto o festivos, como ocurre en esta semana de la tradicional festividad religiosa.
Por supuesto, eventualmente hay que sumarlo a ese gran inventario de emisiones que se ha prometido desde hace décadas y que nadie, por sus intereses cruzados, ha querido realizar con total objetividad y detalle, y que ahora se promete desde el gobierno federal.
Lo cierto es que, más allá del PIGECA —el Plan Integral de Gestión de Calidad del Aire de NL— y de la CAME —Comisión Ambiental Metropolitana, creada apenas en marzo—, y mientras las autoridades y las mayores fuentes de emisión se siguen organizando para poder medirse y autorregularse, la urbe regia sigue creciendo en aire sucio.
Un reportaje aparecido hace unos días en el periódico El Horizonte, donde labora quien esto escribe, puso al descubierto que el contaminante más peligroso para la salud de los regiomontanos, que es el PM 2.5, sigue al alza.
Las micropartículas —en este caso las partículas menores a 2.5 micras—, que son realmente minúsculas e indetectables a simple vista, y además terribles para nuestra salud, aumentaron en un 20% entre 2024 y 2025.
De acuerdo con los reportes oficiales del Sistema Integral de Monitoreo Ambiental (SIMA), en el primer bimestre de 2024, las PM 2.5 promediaron 22.5 µg/m³, mientras que en el mismo periodo, pero de este 2025, alcanzaron 27 µg/m³, lo que representa un alza de 20 por ciento.
No todo es malo: en contraste, las PM 10 pasaron de 81 µg/m³ a 64 µg/m³, lo que representa una reducción del 21 por ciento.
Sin embargo, expertos afirman que las PM 2.5 son más relevantes por ser más peligrosas, pues son más finas y tienen mucho mayor capacidad de llegar a los alvéolos pulmonares tras ser respiradas, y luego alojarse en el torrente sanguíneo, provocando inflamación en los órganos y, eventualmente, enfermedades crónicas como enfisemas o cáncer.
Estas micropartículas son el resultado de los procesos de cuatro grandes industrias: una, todas las que tienen que ver con quema de combustibles, que además de CO y CO₂ generan residuos; dos, las acereras, que generan polvos metálicos y de plomo; tres, las de extracción de piedra caliza y elaboración de cemento —o sea, las pedreras y cementeras—; y cuatro, las industrias relacionadas con la construcción, pues arrojan polvo en sus procesos de desmonte y de edificación de inmuebles.
No hay otra solución: unas se tienen que salir, tarde o temprano, de la ciudad (las que están más pegadas a la actividad urbana), y otras tienen que instalar los más poderosos filtros que la tecnología hoy pueda brindar.
Se tienen que definir calendarios, tiempos y metas.
Y estas metas tienen que ser PÚBLICAS, y no estar reservadas, como ocurre hoy, pues la sociedad tiene el absoluto derecho de saber cómo van los procesos para retirar a quienes hoy la envenenan.
¡Punto!
