Aprendiendo a comer bien con 'Caperucita Roja'
Las situaciones, metáforas y personajes de los relatos clásicos, son una herramienta didáctica para ayudar a los padres a inculcar buenos hábitos alimenticios
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Octubre
2023
En plena era digital, la fantasía sigue vigente y puede ser muy educativa en el ámbito familiar, pero también en el área nutricional, según afirman especialistas del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).
Los cuentos clásicos pueden ser una herramienta valiosa en manos de los padres, “para inculcar a sus hijos unos hábitos de nutrición saludables de manera amena y familiar”, detallan desde el IMEO.
La lectura de “un cuento clásico ofrece la ocasión para intensificar la comunicación con los más pequeños de la casa y aprovecharla para introducir algunos conceptos de nutrición desde el mundo mágico de la fantasía, consiguiendo que los niños los digieran y comprendan mejor”, sugiere Carmen Escalada, nutricionista clínica del IMEO.
Como padres, podemos recurrir a esta herramienta no sólo para enseñarles a diferenciar entre el bien y el mal, sino también para que aprendan a comer de forma saludable.
Recalca.
Escalada propone a los padres que planteen una forma más interactiva, creativa y libre de contar algunos cuentos clásicos que, habitualmente, cautivan a los niños más pequeños, dándoles la oportunidad de participar e introducir cambios en la narración.
En ese contexto, los niños podrían decidir, por ejemplo, qué alimentos se pueden poner en la cesta de la Caperucita Roja; con qué comestibles se podría construir la casita de Hansel y Gretel; o qué habilidades propias de los protagonistas de los relatos les gustaría desarrollar para sentirse como unos auténticos príncipes y princesas.
Según señala.
LA CASA DE HANSEL Y GRETEL
Para Escalada, “la casita de Hansel y Gretel es la metáfora por excelencia de la dulce trampa de obesidad infantil”.
Si Hansel y Gretel hubieran resistido la tentación de mordisquear la casita hecha a base de dulces y azúcar, probablemente no habrían caído en la trampa de la bruja, que querían que los niños estuviesen gorditos, para poder comérselos.
Al hilo de esta historia “podríamos explicar a nuestros hijos que una versión dulce pero saludable de la casita de la felicidad, estaría hecha de frutas. Por ejemplo, se puede utilizar kiwi para la puerta de la casita, rodajitas de fresas para el techo, un trozo de plátano para la chimenea o naranja en las ventanas”, explica la nutricionista.
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