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Estilo de Vida

Provoca tumultos reapertura de la tenebrosa casa de Aramberri

En el lugar en el que se escribió una de las leyendas urbanas más famosas entre los regios, ahora es un restaurante de hamburguesas y carne asada


  • 09
  • Octubre
    2024

Tras casi un siglo de permanecer cerrada y ser un referente en las historias de terror entre los regios, este miércoles abrió sus puertas la mítica casa de Aramberri, pero ahora bajo el giro de restaurante de comida rápida.

Eso provocó tumultos pues desde antes de que abriera sus puertas ya habían más de 100 personas formadas para entrar. 

A lo largo de esa calle, desde donde esta la casa hasta donde termina la cuadra, hacia el poniente, las decenas de personas hicieron fila desde alrededor de las 4:00 de la tarde cuando la apertura estaba programada para las 6:00 de la tarde.

A las 5:30 de la tarde, los trabajadores del lugar dejaron ingresar a los medios de comunicación y luego fueron ingresando los clientes para ocupar las mesas.

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En en lugar se venderán hamburguesas, tacos de carne asada y papas asadas.

El sitio conserva la esenciafantasmagórica y parece que ha quedado encapsulado en el pasado pues los operadores del negocio dejaron mobiliario original como algunos sillones, mesas y la jaula.

En dicha jaula estaba el perico que supuestamente ayudó a resolver el horrendo crimen que marcó la historia del Monterrey antiguo y que pervive hasta la actualidad atrayendo a cientos de amantes de las historias terroríficas.

Según registros históricos, en esa casa ubicada en el 1026 de la calle Aramberri, del Centro de Monterrey, murieron ultrajadas y asesinadas Antonia Lozano, de 54 años, y su hija, Florinda Montemayor, de 22 años, a las 6:00 de la mañana del 5 de abril de 1933.

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Doña Antonia, relata la leyenda, acababa de despedir a su esposo, Delfino Montemayor, quien se fue a trabajar a la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey.

Tras su salida, tres hombres ingresaron al domicilio para cometer un robo no sin antes golpear, abusar y apuñalar a madre e hija.

La investigación arrojó que uno de los responsables fue Gabriel Villarreal, sobrino de Lozano.

Según la leyenda, fue el perico, mascota de la familia, el que repitió la frase “¡No me mates, Gabriel, no me mates!” lo cual llevó a la policía de entonces a desenmarañar el caso.

El ave se aprendió la últimas palabras de doña Antonia y la repitó.

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Los tres culpables fueron condenados a pena de muerte, vigente en aquélla época, mediante el método de la ley fuga. 

La casa estaba cerrada desde entonces y en total abandono, pero este miércoles cambió su historia.

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