Somos corresponsables de lo que ocurre en la pareja; cada uno tendrá que ocuparse de lo suyo, valorar y hacer los cambios pertinentes para que la relación funcione.
Como lo comentábamos la semana pasada, la cita con una paciente nos dio la oportunidad de conocer a profundidad su corazón, y cómo los vacíos personales nos llevan a tomar decisiones apresuradas, y no del todo conscientes al iniciar una vida matrimonial.
La semana pasada cerraba la columna enlistando algunas áreas a revisar, importantes para hacer un análisis funcional de nuestra vida en pareja. Y siguiendo con este tenor de ideas: Los vacíos personales no son responsabilidad del otro, cuando entendemos que nadie puede hacerte feliz, ya que el gozo y la alegría están dentro tuyo, hay un descanso para la pareja.
Porque entendemos que somos corresponsables de lo que ocurre en la pareja, pero cada uno tendrá que ocuparse de lo suyo, valorar, hacer los cambios pertinentes, pero sobre todo hacernos conscientes que estas carencias o vacíos existen, y que pueden proporcionarnos alguna zancadilla cuando menos lo esperamos.
Los caminos y los valores pueden ser muy diferentes, quizás por nuestra crianza habrá historias o narrativas dentro de nosotros las cuales dictan qué hacer, qué no hacer, pero también emitir juicios de lo que está bien y está mal, por así decirlo, nos volvemos “sabios en nuestra propia opinión”.
Por lo cual hay que aprender a escuchar y también callar, aprender a decir, pero también aprender a hacer. Aquí y en China, la pareja debe proporcionar seguridad y confianza, si nuestro hogar no es el sitio al que deseas volver cada día, o cada que la vida no pinta bien… amigos, hay que sentarse a hablar sobre el tema, pero desde una postura proactiva, no crítica.
Desde el ‘para mí, qué es un hogar, cuáles son sus características, qué espero encontrar en mi casa, y qué hago yo al respecto desde lo intelectual, lo social, lo emocional, lo físico y lo espiritual’.
Compromiso individual, anteriormente decíamos que nadie es responsable por tu felicidad más que uno mismo, y ahí empieza el trabajo personal, el compromiso inicia contigo, tu responsabilidad emocional empieza contigo.
Si tú no puedes mantener un diálogo contigo, cómo podemos esperar tenerlo con otro, si tú no haces un compromiso contigo, por ejemplo, en cuidarte, en superarte, en sacar lo mejor de ti. Entonces qué llevas a la relación y es ahí donde está el error, esperando que el otro cubra estas necesidades.
El matrimonio es como una calle de doble vía, por un lado, el uno hace cosas por el otro para animarlo y apoyarlo, se alientan mutuamente, en lo que están haciendo, y se aseguran que cada palabra que se dice tenga un fin de crecimiento.
La reciprocidad es garantía de una buena relación, quizá no vaya a ser un 50–50 todo el tiempo, pero el saber que el otro a su manera también procura, alienta, anima y es generoso, es muy valioso para el momento de hacer el balance de la relación.
El matrimonio siempre será un reto de valientes, pero el “sí, acepto” significa el inicio, las aventuras que le siguen serán de tanto aprendizaje si decidimos verlo como pareja y no como individuos.