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Opinión

‘Si tengo idioma tengo territorio, y si lo tengo, lo valoro’

Columna Invitada

Rigoberta Menchú Tum, nos invita a nombrar y llamar a la fortaleza que existe en cada ser, recordando que el paso por este mundo es breve, pero no por eso deberá ser infructífero.

Rigoberta Menchú Tum es mujer maya quiché, y así se presenta ella misma, una mujer de baja estatura, pero de un paso firme, ágil, con una energía que se siente y se transmite en la palma de su mano, poderosa y fuerte. 

Esta fue la primera impresión que recibí en la Cumbre de Premios Nobel por la Paz, a la que tuve oportunidad de asistir, y llevarme la gran sorpresa de no sólo escucharla en un gran auditorio, sino también en un espacio privado, donde compartió y escuchó, porque para ella, el escuchar, admirar, convivir y acordar, son principios rectores, y así lo hizo con diferentes representantes de organizaciones aquí en Nuevo León.

Dentro de lo mucho que nos dejó en esta charla, la Dra. Rigoberta Menchú Tum, compartió grandes enseñanzas, no sólo de experiencia laboral, las cuales los asistentes estaban gustosos de escuchar, transmitió metodología de vida, que hizo impacto en cada uno de los asistentes.

Cuando se habla de cultura de paz, nos invita a empezar por uno mismo, a reconocer la fuerza que existe dentro de cada uno, a nombrar y llamar a la fortaleza que existe en cada ser, recordando que el paso por este mundo es breve, pero no por eso deberá ser infructífero, la invitación es a la plenitud, no sólo a lo bueno, sino a vivir cada segundo cada minuto, a plenitud.

Estar convencidos de que somos seres de luz, la cual venimos también a compartir con los demás, lo que vivo tiene un grado de impacto, cada reto, o desafío al que te enfrentes hará que esa luz que llevas dentro sea más brillante, somos energía y la energía aumenta más si la compartimos, y eso nos hará sentirnos mucho mejor; haciendo lo que nos gusta, iniciar por algo pequeño, buscar nuestra causa.

La esperanza no se compra en un supermercado, no hay manera de adquirirla fuera de nosotros mismos, la esperanza se inventa por uno mismo, así como el encontrar tu misión, aprende a escuchar, a respetar y enriquecer tu vida.

Nos mostró la diferencia entre interpretar y trasladar, cada uno puede interpretar lo que dice el otro, incluso traducir, y vaya que a esta gran mujer la han traducido en tantos idiomas; pero que no se nos olvide hacer el esfuerzo por conocer la esencia del otro, no colocarnos en un nivel de “yo voy a educarte”, tendremos que darnos el tiempo para conocer los espacios y los contextos.

Y seguir apostando por una cultura de paz, construirla con conciencia, con metodología, pero también hacerte escuchar mostrando la necesidad, presentando propuestas, el cómo hacer. 

Admirar y convivir en la diversidad, resaltándola como aquello que hace única a la humanidad, como parte de la riqueza propia de nuestra naturaleza, respetar el creer, hacer, pensar, actuar distinto, pero al final respetar y acordar.

Y como se despidió Rigoberta Menchú Tum, mujer maya quiché: “Gracias al sagrado día que nos une hoy”.

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