Terapeuta: V. R. creció sabiendo que algo faltaba en su vida, y cuando tenía 20 años se le ocurrió un plan para llenar esa sensación de vacío.
Paciente: Pensé que si me casaba, todas las heridas de mi infancia y el vacío que sentía simplemente desaparecerían, y que todo estaría bien. Así que me enfoqué por completo en casarme.
Terapeuta: Cuando finalmente se comprometió, estaba ansiosa por planear la boda y casarse, incluso después de haberle confesado a una amiga lo siguiente.
Paciente: No estoy segura si esto realmente funcionará, solamente quiero casarme, y si no funciona nos divorciamos.
En muchas ocasiones iniciamos el compromiso del matrimonio con la idea de llenar los vacíos que durante nuestro desarrollo infantil tenemos, en el caso de la paciente mencionada, ella había perdido a su madre cuando era pequeña, y su padre además de ser estricto y muy parco en cómo trasmitir o hablar de sus sentimientos, se había vuelto a casar, por lo cual ella no encajaba más en ese lugar.
Cuando inició su relación con su futuro marido, pensó que la mejor manera de llegar al matrimonio era dejar de lado sus gustos, deseos o sentimientos con tal de que su pareja fuera feliz.
Y esto incluía volverse fan de los deportes cuando anteriormente nunca le habían interesado, incluso llegando a aceptar ser pasada por alto, con tal de que su novio se sintiera bien, como vemos, estaba siendo poco honesta con él y con ella misma.
Sin embargo, recordemos que ella pensaba que el matrimonio era la solución. Como bien suponen, desde el día uno del matrimonio este no marchaba bien, ya que la diferencia entre ellos era abismal. Mientras uno era ave madrugadora, la otra era nocturna. Si a él le gusta la fiesta y la casa llena de gente, a ella su máximo de recreación era música tranquila y no salir de casa.
Conforme fueron avanzando es su matrimonio, ambos consideraban que: “Y si tuviéramos esto…” era la respuesta a la distancia que se formaba entre ellos, una mejor casa, un auto nuevo, otro viaje, incluso por esta razón decidieron tener hijos.
Las demandas laborales de ambos también los distanciaban, pero por alguna extraña razón en ninguno había la voluntad para hacer algo al respecto.
Como vemos no podría a haber un matrimonio más dispar, y lo lógico era divorciarse; sin embargo, no pasó así, y esta pareja no solo se conformó con contar su historia, sino también con hacernos reflexionar sobre lo que sí se puede hacer, lo que sí puede funcionar, incluso en los momentos más adversos.
Primero que nada es entender que el matrimonio no es un sentimiento, es un compromiso, un sentimiento puede cambiar de un momento a otro, un sentimiento es volátil y voluble, pero un compromiso no lo es, es una piedra angular, para cualquier emprendimiento que quieras realizar, cuantimás en el matrimonio.
Me gustaría mucho que me acompañen en la siguiente columna para continuar leyendo cómo podemos rescatar nuestra relación, aunque el panorama no sea alentador.