1. … Haremos muy temprano por las mañanas, ya que han concluido las olimpiadas de París? Volveremos a nuestra rutina diaria: asearnos, orar, informarnos, hacer ejercicio, correr a tomar el camión -si es que pasa, o un taxi, carísimo- para llegar más o menos a tiempo al trabajo y, lo más difícil, garantizar que también lo hagan los hijos a la escuela y la oficina. No me refiero a ello. Muchas personas lograron mantener los primeros pasos de su agenda cotidiana y, al mismo tiempo, contemplar con ojos arrobados de admiración la rapidez de los corredores…
2. … La fortaleza de las nadadoras, el ritmo de los piragüistas, la gracia de las gimnastas. Tampoco, con la placidez de quien disfruta de un bello espectáculo, aún sea a inicios del día y con la somnolencia encima, estoy aludiendo a los aplausos que le brindamos a la bella inauguración, aunque marcada por la polémica del performance para muchos blasfemo, y a la holliwoodesca clausura, con Tom Cruise como protagonista, descendiendo de los cielos y montado en su motocicleta, al más puro estilo de Misión Imposible número-no-sé-cuál. No. Ese no es el tema.
3. Me pregunto qué pasará con el deporte en nuestro país, una vez que nuestros atletas han regresado con la máxima propia de nuestra selección nacional de futbol: jugamos como nunca, y perdimos como siempre. Una raquítica cosecha de cinco medallas, tres de plata y dos de bronce -que nos colocan en el lugar 65, abajo de Cuba, obvio, Ecuador y Dominicana-, es el saldo de una gestión deportiva marcada por el conflicto entre federaciones, el casi nulo apoyo a algunos deportistas, y la creatividad de otros para costearse los gastos de su entrenamiento y competición.
4. Los éxitos olímpicos han estado asociados a propaganda política, es cierto. Lo mismo le han servido a los EUA para sostener que el sistema capitalista, neoliberal, es el mejor, y por ello destina tantos recursos en becas para preparar a sus competidores, que también fueron utilizados por la entonces URSS, por la que fuera Alemania Oriental, por China y por Cuba para presumir lo contrario. Lo cierto es que una presea olímpica hace que el país luzca, que sus ciudadanos se motiven sintiendo el triunfo como propio, y que hasta se motiven para iniciar una rutina de ejercicio.
5. Pero cada ciclo olímpico pasa lo mismo. Ya normalizamos la medalla de oro en obesidad infantil, de seguro en carnes asadas -no conozco estadísticas en este rubro pero las podríamos imaginar- y si hubiera una de platino la tendríamos en consumo de refrescos embotellados y alimentos chatarra. Por fortuna no hay competencias de horas frente a la tele el fin de semana, viendo el futbol nacional, con la repetición de los goles, el resumen de los partidos, y el análisis de los comentarios de los especialistas. Sacaríamos el primer lugar. Todo ello en la molicie de un sillón.
6. Sólo si cambiamos este esquema suicida, si se destinan de forma transparente y evaluada abundantes recursos para la preparación de nuestros atletas, si desterramos la corrupción de los organismos encargados, podremos dar un salto de calidad en la participación de nuestra delegación el 2028, en Los Ángeles. A final de cuentas, sin embargo, lo más importante no es que tengamos más medallas en la justa californiana, sino que nuestros niños y jóvenes tengan una estructura deportiva capaz de permitirles su desarrollo integral.
7. Cierre icónico. Y hablando de distintivos. Resulta que Nuevo León está en el fondo de las mediciones que califican los servicios de transporte urbano: penúltimo en la cantidad de camiones suficientes para los ciudadanos y en tiempos de espera. Anteayer, sin ir más lejos, muchos usuarios tuvieron que aguardar hasta cuatro horas, haciendo largas filas y, por lo mismo, sin posibilidades de llegar puntuales a sus destinos. Dicen los transportistas que el gobierno no les ha pagado el servicio. Mientras tanto, los pleitos entre los poderes locales no cesan, más aún, se incrementan.
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