Esa es la disyuntiva o la disimilitud de los padres de familia al citarlos en un plantel educativo por cuestiones de organización, planeación o, simplemente, por una situación conductual.
El padre de familia se encuentra en una dicotomía poderosa: el tráfico asfixiante y el trabajo. Desde los inicios de los años noventa del siglo anterior, fecha en que la mujer salió “para irse a trabajar”, hemos notado en las escuelas la gran ausencia puntual de esta figura tan importante que forma parte de la comunidad escolar.
Si les citamos para una junta meramente informativa de inicio de cursos, los directivos tienen que inventar cómo motivarlos para que asistan; ¿motivarlos? Así es, en efecto. Habrá que planear la incentivación traducida en puntos buenos para tomarse en cuenta a la hora de promediar.
De un grupo de 40 alumnos, a pesar de ello, tendremos una asistencia de papás de un ochenta por ciento, eso si bien nos va. Ahora bien, si el recado enviado es para que reciban las calificaciones del semestre o trimestre en escuelas oficiales, la asistencia será de un sesenta por ciento. Es decir, asistirán unos veinticuatro papás o tutores.
Aunque esta última figura, aquí en nuestro país está suplantada por el abuelo o abuela. Estos simpáticos seres humanos aducen siempre: “acudo a la cita porque la criatura se queda conmigo, sus papás trabajan y llegan por él hasta ya tarde”.
Asimismo, cuando son llamados para renovar la mesa directiva de la Sociedad (o asociación) de Padres de Familia, por reglamento escolar (obsoleto, por cierto), se deberá llamar en primera y segunda convocatoria. Toda vez que, si no se completa el quórum legal en la primera, pues se procederá a llevarse a cabo en la segunda. La asistencia es muy pobre en estos menesteres.
Y, para acabarla de “amolar”, los padres de familia que no asisten son los que más hacen “la grilla negativa”.
En fin, este fenómeno social educativo es de todos los días en las escuelas de Nuevo León y México en general. Sin embargo, lo trascendental es el aderezo del tráfico o movilidad para llegar a la escuela o al trabajo. Es un viacrucis sin estar necesariamente en Semana Santa. Y, si le sumamos a esto que las autoridades gubernamentales o Agua y Drenaje reparen un puente o una fuga de agua: pues ya valió “un punto menos”.
El tejido social se está “deshilachando”. La mujer es el alma del hogar; sin ella las cosas no funcionan igual en ese seno hermoso llamado familia. Su sola presencia es símbolo de amor y ternura. Es la válvula de admisión y de escape según sea. Es el motor incansable para direccionar a los hijos por el camino del bien.
Los hogares sin ella carecen de sentido y están en un hueco de desamor. Las empresas ganaron un ejemplar trabajador y las casas perdieron “al espíritu de lucha”. Del mismo modo, las escuelas perdieron a un gran aliado.
Estas son las razones por las cuales los papás no acuden a las escuelas. No van porque no quieran ir; no van porque sus jefes y/o patrones les tienen “un pié en el pescuezo”. Y, si el núcleo familiar es monoparental, “pior”, como dijera mi abuelita.
A los padres de familia les encanta que los cites y los involucres en festividades; incluso, cuando su hijo va un poco atrasado en sus clases.
Le gusta mucho que se les tome en cuenta. Son fiesteros y participativos activos por naturaleza, y no se diga en preescolar y primaria; en estos niveles educativos y para estos asuntos: sí piden permiso con tal de ver a su “retoño” en la asamblea escolar.
En mis aulas de trabajo no me canso de expresar que EL SIGLO XXI ES DE LA MUJER. Pero, nos hace mucha falta en las escuelas (y en el hogar). Esta es la verdad como es, se tenía que decir y se dijo. Hasta la próxima.