Como si se tratara de una de aquellas añejas corridas de toros, el expresidente de los EUA, Donald Trump, estuvo como dicen los mecánicos, a un dieciséis, (es decir, a nada) de que le cortaran las dos orejas, el rabo y “las cuatro patas”, es decir, que se lo despacharan todititíto de la contienda presidencial con el atentado que sufrió el pasado sábado.
Por fortuna, sólo quedó en una oreja que muy probablemente lo catapultará, junto con la dramática fotografía tomada del hecho, donde como los grandes toreros, con coraje, harto valor y escurriendo su rostro de sangre, se levantó para alzar el puño y gritar a los cuatro vientos la expresión: “Dios bendiga a América”.
Del agresor hasta hoy poco se sabe, sólo que fue abatido por las balas del servicio secreto, hecho que muy probablemente dejará en eso, en secreto.
La motivación que lo movió para cometer tan cobarde acto, aunque la ruda, recia y polémica forma de conducirse del expresidente le ha traído tantos enemigos en el mundo, que si se trazaran las más reales y cercanas sospechas en las líneas de investigación, sin duda que se armaría una complicada, extensa, compleja y muy revuelta telaraña de motivos.
No así sucede en México, donde con “un asesino solitario” se resuelven de facto las cosas y aunque el aparente agresor sigue vivo, lo “han conservado” más de 30 años y más seguro que en la calle.
Preservándolo como si fuera una valiosa pieza de museo disponible para lo que se ofrezca, pero amordazado por el aislamiento justiciero y carcelario que no convence a nadie de que lo dicho oficialmente por la autoridad, sea la verdad en torno a la motivación, la causa y el verdadero intelecto autoral y actoral, detrás del lamentable hecho que manchó de sangre y para siempre, la historia política del México moderno.
Luego de aquel fatídico hecho, hoy nos encontramos un México sobrepasado por la violencia política que en tiempo reciente, arrojó a nuestro país como uno de los más violentos e inseguros del mundo y donde la vida de las personas, la vida de la democracia, la vida de los partidos, la vida de los políticos y aspirantes a ello, no se respeta, como quedó tristemente en evidencia en las pasadas elecciones en todo el país.
Y en este sentido, la muerte ha sido el instrumento histórico para acallar las voces de muchos que, como usted amable lector y como el que esto escribe, queremos desde nuestras respectivas trincheras.
Procurar honrada y decentemente una mejor nación para nuestros hijos y es que este terrible espectro mortal surge por el hecho de que estas genuinas aspiraciones, a veces chocan con los intereses ocultos que hay dentro de las esferas políticas del poder y que en muchas ocasiones, por más lógica y sentido común que se le quiera aplicar a la cuestión, no acabamos por comprender y mucho menos aceptar.
Ciertamente la muerte ha sido hasta hoy, la gran acompañante de la vida y en las diferentes épocas de la existencia de nuestro territorio, la muerte siempre ha estado presente, seguramente desde antes de la conquista.
Pero como ejemplo tomemos la lucha revolucionaria, donde muchos hombres valientes, probados, cabales y auténticos revolucionarios de una sola pieza, ofrendaron en el frente de batalla, su vida enarbolando el bien de una patria que buscaba igualdad, justicia y libertad.
Sin embargo, tal parece que estos principios y ahora de forma adversa, son precisamente la causa por la que aparentemente, hoy vivamos como vivimos, a punto de que nos corten las dos orejas, el rabo, “las cuatro patas”, para que finalmente nos den la puntilla.
Por ello estimado lector, es muy importante vivir, disfrutar, amar, sentir, vibrar en la armonía de una existencia bella que el creador generosamente nos ha obsequiado como la máxima bendición de lo que podemos aspirar como seres humanos (aunque a veces no prediquemos con el ejemplo), porque quién sabe cuanto tiempo nos dure lo que hoy poseemos como existencia, por destino celestial o por consecuencia y decisión irracional, por la vida que hemos decidido construir con nuestras, para algunos, equivocadas acciones.
Por hoy es todo, medite lo que le platico estimado lector, esperando que esté nuevo amanecer, se traduzca en un reflexivo día, por favor cuídese y ame a los suyos; me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco, con sus hermosas palabras: “Tengan la bondad de ser felices”, nos leemos Dios mediante aquí el próximo lunes.