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Opinión

¿Un paso adelante, dos pasos atrás?

Siete puntos

1. Es el título de un libro publicado en 1904 por Vladimir Ilich Lenin, en el que llamaba a la paciencia necesaria en los partidos políticos para, eventualmente, detener su camino, quizá hasta retroceder un poco, y así analizar con mayor detenimiento los pasos a seguir. La recomendación es muy sensata para cualquier actividad, pues nuestros procesos no pueden ser solo lineales, sino que exigen reposo en el esfuerzo, con alguna pausa incluida, para regresar con mayor energía a la tarea emprendida. El tema que trataré se apropia de ese título, aunque desde otra perspectiva.

2. En principio, me parece que la humanidad entera ha dado no solo dos pasos hacia atrás, sino muchos más. Un solo ejemplo: los triunfos electorales de personajes como Millei (Argentina), Maduro (Venezuela), Erdogan (Turquía), Orbán (Hungría) y, especialmente, Trump (EUA), reflejan que valores clásicos como honestidad, congruencia, veracidad en el hablar y cortesía han fenecido para dar paso a la corrupción, soberbia, mentira y grosería. Lo curioso no es que ellos sean así, sino que sus pueblos los hayan elegido para el máximo servicio posible en la política. 

3. Pareciera, entonces, que caminamos en reversa, como los cangrejos. Aquel ideal de la época moderna —siglos XIV al XIX—, en que la ciencia y la tecnología nos ayudarían a erradicar males como la pobreza, la enfermedad y las guerras, se ha venido abajo, y es muy difícil no ver con pesimismo el futuro que les espera a las nuevas generaciones. Sin embargo, el pasado fin de semana, cuando asistí a una boda en Mérida, Yucatán, viví tres experiencias que nos reconcilian como seres humanos y que representan orgullosos pasos hacia adelante, en la dirección correcta.

4. La primera me provocó una sensación de inmensa gratitud: el servicio a cargo de quienes nos atendían en las mesas durante el festejo. No dudo que esperaban, las y los jóvenes que nos traían alimentos y bebidas, una propina correspondiente a su atención, pero a muchos de los asistentes nos sorprendió su calidez y cordialidad, diferente a otros acontecimientos semejantes, en los que la hostilidad y la falta de respuesta pronta en esos equipos son notables. Será por su formación cultural o por indicaciones de la empresa, pero la asistencia que nos dieron fue excepcional.

5. La segunda vivencia se dio en el aeropuerto de aquella blanca ciudad. Al pasar los controles de revisión y encaminarme hacia la sala en la que abordaría mi avión, divisé un lactario. Me sorprendió que fuera en ese espacio en el que se ofrece un sitio adecuado a las mamás para alimentar a sus bebés, y que se hiciera sin propósitos políticos, como sucede con frecuencia en funcionarios públicos que realizan esa gestoría. Preocuparse por algo tan íntimo y delicado habla muy bien de esa central área y es un bálsamo entre tantas tragedias en las que pierden la vida los niños.

6. La tercera se dio al subir una escalera eléctrica, que desemboca en una capilla. Sencilla, evocando paz y espiritualidad, llamando al recogimiento y la meditación. Muchos pasajeros se ponen nerviosos antes de viajar en un aeroplano, y disfrutar de unos momentos de quietud en un pequeño templo que invita al sosiego les dará la tranquilidad necesaria para hacer menos difícil su trayecto. Es cierto que podría ser ecuménica, para que también se sintieran acogidos los no católicos —una imagen de la Virgen de Guadalupe te recibe al entrar— pero hay que aplaudir la iniciativa.

7. Cierre icónico. Mañana viernes es el día de ¿San Valentín? ¿de los enamorados? ¿del amor y la amistad? La celebración enfrenta dos clásicos enemigos: la comercialización, que hace su agosto con tantos chocolates-corazones vendidos, y la consigna semejante a la vertida el día de las madres —todos los días deberían ser festejadas ellas—: hay que amar y hacer amigos siempre. Sin embargo, haciendo de lado ambos cuestionamientos, en medio de tanta rispidez y polarización que privan en la actualidad, un gesto de cariño siempre será bien recibido.

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