María Carlota Amelia de Sajonia-Coburgo-Gotha, princesa e hija de Leopoldo I, uno de los emperadores europeos más trascendentes en la historia, y casada con el príncipe de Austria Fernando Maximiliano de Habsburgo, pasa a la historia por su presencia en México.
¿Merece ser considerada entre las villanas de la historia? Carlota de Habsburgo es la causa y razón de la imagen que se tiene de ella en la historia mexicana. Fue víctima de las circunstancias al desposarse con un joven de la realeza, soñador, ambicioso e inútil para el ejercicio del gobierno.
De haber sido simplemente la esposa de Maximiliano, sería una víctima más del inmaduro y extraño (por decir lo menos) austriaco; sin embargo, en su paso por la nación, tomó decisiones en su carácter de emperatriz del Segundo Imperio Mexicano.
Una vida cargada de sufrimientos le enseñó a soportar el dolor, aunque al final se le acuse de locura. Huérfana de madre en su infancia, con un padre distante por las tareas de su imperio, casada a los diecisiete años con un hombre retraído y obligada por éste a vivir en la distancia marital.
Martha Zamora, en su obra Maximiliano y Carlota: una historia presente, señala cómo entre algunos miembros de la realeza consideraban a Maximiliano un homosexual y que por ello prefería estar físicamente distanciado de Carlota. Sí que era extraña la conducta de Maximiliano, quien prefirió dejar a Carlota en mitad del viaje rumbo a Brasil, continuando sólo con su guía y amigo.
Las culpas de Carlota se centran en compartir el sueño de un imperio con su marido. Lo mismo en Italia que al recibir la invitación por parte de los monarquistas mexicanos en Miramar. Además, ante la ausencia de mando por parte de Maximiliano, ella asumió decisiones de Estado, a tal de proponer una legislación para el imperio.
Así lo escribe Zamora: “Se conoce también un escrito en francés, de puño y letra de Carlota, titulado Acte fondamental, con sus correcciones visibles, que nunca fue publicado y constituye de hecho un primer proyecto de constitución”, así como un texto redactado en tiempos del imperio “escrito de la mano de Carlota, que consta de 14 páginas con nueve capítulos divididos en 65 artículos”.
Entre los pecados de Carlota se cuenta su anhelo por ser emperatriz, reina o, en cualquier forma, ocupar un sitio de poder, a tal punto que fue señalada como ambiciosa por algunos cercanos.
Escribe Zamora: “Carlota debía estar ilusionada con la oportunidad de poner en práctica la sólida formación política recibida en Bruselas junto a sus hermanos”. Siendo una mujer ilustrada, lectora y avezada en temas de política, sin duda la vida timorata de su marido le debió parecer aburrida.
Antes de su partida hacia Europa, Carlota despachaba asuntos oficiales en su carácter de emperatriz, aun cuando la soledad, la falta de recursos y el crecimiento de los republicanos juaristas hacían imposible sobrellevar la corona imperial.
El 8 de julio de 1866, Carlota partió de tierras mexicanas para no volver. Deja atrás sueños, anhelos de grandeza, tristezas por un marido del que se dice tuvo amoríos con una mestiza, con quien procreó un hijo (contrarios a los rumores de homosexualidad). Para su partida, Carlota llevaba un embarazo de tres meses y, por si fuera poco, es despedida con la rima irónica de Vicente Riva Palacio, conocida como “Adiós mamá Carlota”.
Es difícil acreditarle el título de villana o víctima. Sufrió las vicisitudes por ser la emperatriz de México en un momento en el cual fue un espejismo creer que el pueblo les adoraba, y en Europa veían en Maximiliano a un inútil peligroso en materia de gobierno.