Si los seres humanos compartimos origen, viajamos en el espacio a bordo de una misma nave o planeta, tenemos necesidades similares y poseemos iguales derechos naturales, ¿por qué muchos permanecemos indiferentes ante las diferencias sociales y económicas que, tarde o temprano, orillarán a los marginados a devorar a quienes se benefician con su hambre?
Creeré en un ser humano distinto cuando conozca a aquel que no llore ni ría, que no necesite un abrazo ni una palabra de perdón, que no quiera saberse parte de un grupo ni del recuerdo de otro individuo, que no tema a la muerte ni al olvido.
La ola migratoria que atraviesa México, desafiando a la corrupción y el crimen para dejar atrás la desesperanza que vive en sus pueblos de origen, amaga con ser imparable, sin importar las genuflexiones que se hagan para reverenciar al imperio.
El Anuario 2022 de Movilidad y Migración Internacional en las Entidades Federativas de México, publicado por la Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas, de la Secretaría de Gobernación, indica que ese año “… la movilidad internacional de personas adquirió dimensiones sin precedentes…”, fenómeno alentado en algunos países latinoamericanos por la inestabilidad social y política, que ha hecho que esa movilidad, principalmente la irregular, “adquiera dimensiones, características y retos que han sobrepasado las capacidades de los Estados para atenderla en toda su magnitud”.
El boletín anual sobre el perfil migratorio de México, editado por la Organización Internacional para las Migraciones, afirma: “El año 2022 dio paso a algunas de las dinámicas migratorias más complejas y de rápida evolución que se hayan visto en México y en el hemisferio occidental en toda la historia”.
El Anuario de Migración y Remesas 2023, editado por BBVA Research, Fundación BBVA y el Consejo Nacional de Población (Conapo), informa que “La saturación de solicitudes de asilo en EUA lleva a miles de migrantes a permanecer en la frontera norte de México. Al cierre de 2022, EUA sumaba más de 1.3 millones de solicitudes y casos pendientes. El sistema de asilo en EUA sólo puede resolver 41,000 solicitudes y 53,000 casos al año”.
Si el hambre y las pandillas irremediablemente matarán en la propia tierra, quizá no resulta ilógico ir a otros lares, esperando salvarse de los delincuentes que acechan en el camino, de las condiciones infrahumanas del transporte y de la naturaleza aliada de quienes tratan de contener la creciente de la miseria.
Estos pensamientos que invaden mi noche bajo un techo, sobre una cama, protegido del frío y después de cenar me piden que exponga mis méritos para seguir quejándome cómodamente de las condiciones en las que vivo, mientras gente igual a mí es expulsada de sus países y en naciones ajenas ve cómo es pisoteada su dignidad y seguridad.
A las sacudidas que da la realidad a mi conciencia para intentar despertarla, como las imágenes de semejantes que tratando de migrar se ahogan en el lodo, rasgan su piel por las púas de acero menos agudas que sus carencias o duermen en el suelo y al aire libre afuera de la central de autobuses de mi ciudad, se suma la tragedia sucedida el primer día del año en el municipio de El Carmen, NL.
Ese día murió una niña de cinco meses cuando sus padres, de nacionalidad venezolana, cayeron con ella del tren en movimiento conocido como “La Bestia”, que intentaban abordar para continuar su viaje hacia la frontera norte. Por inimaginable, no hay palabras que puedan acercarse al dolor por la pérdida de una hija, que podría ser la propia o la del lector.
Una semana antes, en Querétaro, una niña migrante de origen colombiano sufrió la amputación de una pierna al caer sobre las vías del ferrocarril luego de resbalar de un vagón de la misma “Bestia”, al que acababa de subir junto con sus padres y hermana.
Versiones periodísticas informan que el Comité Internacional de la Cruz Roja reportó que del año 2014 al 2021 fueron atendidos 400 migrantes, a los que ese tren amputó alguna extremidad. De 2002 a 2014, el Instituto Nacional de Migración reportó que 476 personas que migran fueron mutiladas por ese ferrocarril de carga.
Conocer el éxodo de mis iguales me recuerda que el mayor castigo a mi indiferencia es cerrar los ojos y continuar viendo su sufrimiento, sabiendo que podría ser el mío.
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