El ser humano, como ser racional, pensante y sintiente, por consecuencia lógica de su naturaleza biológica, se conduce por las emociones —en ocasiones cuando debería hacerlo por la lógica—. Es decir, por su propia naturaleza, el ser humano es un ser emocional que, al intervenir en la cotidianidad de la vida, actúa a menudo guiado por los sentimientos. Muchas veces, estos sentimientos y emociones sobrepasan los límites del pensamiento, el entendimiento y la razón.
Por ello, por ejemplo, en cualquier supermercado, en la sección de cajas, encontrará productos que a veces ni siquiera se imagina que existan, pero que, al observarlos, despiertan en usted emociones que impulsan el deseo de llevarlos y poseerlos. A quienes "chanelan" esto, se les llama mercadotecnia visual. Aunque el término se ha diversificado en ramas o especialidades, la mercadotecnia nos cautiva, enamora y vende desde un kilo de frijoles, un pañal, una bolsa de basura o incluso su contenido, en forma de político honesto.
Al final de cuentas, todo se compra y todo se vende en un proceso social, comercial y administrativo, por el cual grupos de personas, en segmentos o como individuos, satisfacen sus intereses al crear necesidades e intercambiar bienes y servicios. Sin lugar a dudas, el mayor éxito de los objetivos de quienes "chanelan" esto radica en la emoción que provoca "la oferta" presentada de manera visual o a través de otros sentidos.
Por ejemplo, en las tiendas de conveniencia, colocan la cerveza hermosamente abrazada por el hielo, invitándole a consumirla en una "conspiración" inteligentemente orquestada, combinada con la agobiante ola de calor del verano. Sabiendo de qué "pie cojea" el consumidor, los mercadólogos diseñan sus estrategias de ventas encaminadas a capturar, por impulsos, la necesidad del cliente.
"Trastornando” esto al ámbito político, la mercadotecnia emocional ha dejado, a lo largo de la historia, grandes lecciones que, por sentido común, frente a la racionalidad y el pensamiento humano, no deberían repetirse jamás.
Así, en su momento, Adolf Hitler, surgido de la base trabajadora y humilde, conoció "el pie" de que cojeaba la sociedad a la que pertenecía; es decir, conocía perfectamente las "necesidades" de una Alemania que urgía de una identidad y liderazgo. Como un extraordinario orador, el alemán ofreció, cautivó, enamoró y vendió a una sociedad que requería escuchar "su oferta" de cambio. Con esto, el político obrero "movió" los sentimientos de toda una nación que lo eligió, para desgracia de la historia de la humanidad.
Posteriormente, Donald Trump también "vendió" en su primera campaña presidencial lo que los estadounidenses necesitaban "comprar" para su país. Les dijo exactamente lo que querían escuchar como nación poderosa, como líderes mundiales y "dueños del mundo", lo que hizo que el sentimiento brotara, para que al final la emoción lo eligiera.
Las locuras de permitir que la emoción supere la razón y el pensamiento tienen, hoy en día, al mundo de rodillas y al borde de una nueva guerra mundial. Así también, la fórmula o estrategia mercadológica de quienes "chanelan" se ha repetido muchas veces en nuestro país: moviendo las emociones para conquistar el poder político. Este poder, que alguna vez ejercieron ostentosamente y que hoy suma una veintena de exgobernadores presos, procesados o prófugos de la justicia, junto aquellos que se han diluído en el olvido de los tiempos y los nuevos jerarcas en funciones, que hoy son los intocables del poder.
Lo cierto es que, al final de cuentas, son nuestras emociones las que están muy por encima de ese mundo político al que la sociedad organizada les da vida, en medio de una falsedad que, con el paso de los años, ha evidenciado una falta de capacidad, conciencia y seriedad para resolver las diferentes problemáticas que enfrentamos en la realidad de nuestros días.
Por hoy es todo. Medite lo que le comparto, esperando que hoy sea un hermoso día. Por favor, cuídese, ame a los suyos y proteja a su familia. Me despido honrando la memoria de mi hermano Joel Sampayo Climaco con sus palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos aquí el próximo lunes, Dios mediante.