Para los que no me conocen aún o no desde tantos años, permítanme platicarles que, en el ejercicio de liderazgo estudiantil y, más tarde, social, como dirigente de organismos ciudadanos, siempre he defendido el derecho a expresar las ideas, las inconformidades y las manifestaciones de repudio contra diferentes acciones que perjudican a la comunidad, ya fueran temas de seguridad, maltrato o violencia contra las mujeres, incremento de precios e impuestos, corrupción, entre otros temas.
Ahora bien, desde mi perspectiva, la mejor protesta es la que logra llevar el mensaje y que este sea atendido en favor de los reclamantes. Así, cuando éramos chavos, los representantes estudiantiles protestamos con el gobernador Don Alfonso —quien el día ayer, 7 de enero, celebró su natalicio en 1922— por la cantidad y calidad de los camiones y el servicio que nos brindaban a los estudiantes de la UANL.
Hace 42 años, era la CITU. Esta protesta, muy estratégica y sin llegar a extremos, fue debidamente atendida y logramos que entraran los camiones de las rutas 17 y 18 con una frecuencia de paso de cada 5 minutos. Luego, la ruta se convirtió en la 1, larga, y siguió progresando. Otras manifestaciones en las que he participado han sido convocadas para defender a la población del precio de los combustibles, de los impuestos (tenencia), etc.
Esta semana veo que se han realizado algunas protestas, que pueden tener una intención legítima y una causa buena, pero que se contaminan con la participación de los intereses políticos en conflicto, los cuales llevan a sus acarreados en unidades que los enterados saben que pertenecen a algunas personas que antes debieron defender a los transportistas, pero hoy están del otro lado de la mesa —probablemente, así dirán de mí—. Lo que me gustaría es que mis amigos ciudadanos tuvieran más información para ver si lo que están reclamando es realmente lo que les afecta, o si, en esta ocasión, le están haciendo el caldo gordo a quienes tienen ganas de que todo salga mal y se viva un ambiente hostil. También se entiende, pues, que ya viene, aunque lejano, el 27 de este mes, que será la oportunidad para renovar gobernador.
El transporte es un tema que me gusta y trato de entenderle. Desde hace 25 años, mi familia está inmersa en el giro, en un área especializada. En el caso del transporte público de pasajeros, han pasado más de 9 años sin que se aumente la tarifa. Yo mismo me opuse, como líder ciudadano, presidente de Vertebra y de Fortaleza Ciudadana, pues en ese momento las unidades eran verdaderas chatarras, antiguas, inseguras por la parte mecánica. Además, ser pasajero en algunas rutas era un derecho a ser asaltado. Fue así como luego retiraron los camiones que estaban más o menos para dedicarlos a servicio industrial. Otros “empresarios” han tenido el control del manejo de los recursos de una tarjeta, donde se reunía la morralla o la feria. Para no hacer largo el cuento, muchos de estos amigos transportistas dejaron de atender la calidad por sobrevivir en la actividad; obvio, no les importaba la clientela.
Ahora se están realizando esfuerzos importantes para mejorar sustancialmente las unidades, el servicio, la tecnología y, obvio, debe ser rentable para que sea sustentable. Cuando ya se dieron pasos importantes, como traer 2,500 unidades nuevas, las cuales cuentan con clima, Wi-Fi, cámaras de seguridad interiores y exteriores, GPS, sistemas de control de acceso y contadores de personas, se están reestructurando las rutas y se paga al empresario por kilómetro.
Pronto, la tecnología permitiría que, estando cerca del lugar donde está el paradero, puedas ver en tu celular en cuánto tiempo llega tu camión y, a su vez, que quien te espera en el destino tenga idea exacta de a qué hora será la llegada. Esto brinda seguridad a los pasajeros, sobre todo a menores, mujeres y quienes necesitan algún auxilio.
Dejar de recibir dinero en efectivo tiene su justificación: por una parte, evita que se pierda ese flujo y deje de llegar a la empresa. Eso molesta a los que se beneficiaban antes. Y la otra, que es para mí lo mas importante, es que cuando la tarjeta de movilidad es usada en el primer camión al precio regular, que será de $15.00, el primer transbordo cueste solo el 50%, y el tercero, dentro de cierto tiempo, sea sin costo. Si comparas esto con las tarifas que se usan en otras ciudades, por ejemplo, si costara $12.00 cada camión, para el tercero ya estarías gastando $36.00 contra los $22.50 en Nuevo León.
Es importante también considerar que muchas rutas largas intermunicipales están usando tarifa local, y eso en otras ciudades no existe. Es difícil comparar el transporte con el de la CDMX, que tiene un subsidio muy importante de cerca de $20,000 millones. Ojalá los senadores consigan recursos adicionales para subsidiar a nuestra gente, pero allá también tienen sus combis y micros, donde seguro te cantan esa de “Ya se la saben, mi gente, dinero y celulares…”.
A nuestro transporte le falta, sin duda. Le falta que los camiones puedan avanzar en las calles, que están llenas de tráfico y baches, y esa parte, ojalá, nos ayuden los alcaldes. Así le bajaremos los tiempos de espera. Le falta también operadores, y quizá más adelante tenga que abrirse a tener permisionarios o concesionarios que trabajen desde un camión con la garantía de que, mientras trabaje y circule, tendrá el justo pago por sus kilómetros recorridos, más los adicionales por un servicio de excelencia. Además, se deben mejorar las redes alimentadoras de las colonias, los puntos de transferencia y la compatibilidad para pasar y usar los diferentes sistemas de transporte.
Debemos aspirar a tener un transporte con la tecnología que se usa en las ciudades de primer mundo, pero paraeso debemos tomar acciones propias de primer mundo, y eso tiene costo. No solo ponernos a estorbar. El salario ha aumentado lo suficiente para poder pagar esos 10 centavitos que crecerán cada mes. Todos los insumos del transporte han aumentado en una mayor cantidad y proporción, así que la invitación es a seguir protestando, pero contra quienes no dejan que avance el progreso; contra quienes bloquean la construcción de obras que permitan una movilidad más conveniente. Sobre todo, contra los que, con esas acciones, en lugar de afectar al titular del Ejecutivo o los funcionarios, afectan a los ciudadanos que necesitamos vivir mejor. Digamos fuerte y claro: dejen trabajar para poder vivir mejor. Ustedes, desde sus privilegios, con choferes y guaruras, nos afectan a los de camión, aunque nos cueste un poco más.
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