Opinión

Reducir el déficit o morir: la amarga medicina que Trump y Sheinbaum deben tomar

Sección Editorial

  • Por: Guillermo Barba
  • 17 Febrero 2025, 00:00

El informe de inflación de enero de 2025 confirma un preocupante panorama para la economía estadounidense. Los datos revelan que el índice de precios al consumidor (CPI, por sus siglas en inglés) aumentó por séptimo mes consecutivo, con un incremento del 0.5% mensual y un 3.0% interanual, superando las expectativas del 2.9 por ciento. 

La inflación subyacente, que excluye alimentos y energía, también superó las previsiones, alcanzando un 3.3 por ciento anual, lo que evidencian la persistencia de presiones inflacionarias, impulsadas en gran medida por políticas fiscales expansivas y un gasto público descontrolado.

Uno de los componentes más alarmantes del reporte es la aceleración de los costos en servicios básicos.

La vivienda aumentó un 0.4% mensual, representando cerca del 30% del incremento total del CPI. Asimismo, el costo del seguro vehicular aumentó un 2.0 por ciento, mientras que el transporte y los servicios recreativos también mostraron un crecimiento significativo. En el rubro de energía, el precio de la gasolina se disparó un 1.8% en enero, lo que contribuyó al alza generalizada en el costo de vida.

Estos datos confirman la postura del presidente Donald Trump, quien ha denunciado que la inflación es resultado directo de las políticas de la administración Biden y la Reserva Federal. ¡Es cierto!

El excesivo gasto público y la inyección de liquidez en los mercados han generado un ambiente inflacionario que ahora es difícil de revertir sin consecuencias económicas severas. El problema central radica en el déficit fiscal, que ha alcanzado niveles históricos. Los ingresos públicos del “tío Sam” han crecido un 59% en los últimos 10 años, pero el gasto gubernamental se ha disparado en 96 por ciento, lo que ha provocado que la deuda pública se duplicara de 18 a 36 millones de millones de dólares. 

Según los datos del Departamento del Tesoro, en los primeros cuatro meses del actual año fiscal 2025 (el año fiscal inició en octubre 2024), el gobierno federal estadounidense registró un déficit presupuestario de $840,000 millones de dólares, la cifra más alta registrada para un inicio de año fiscal. 

En enero, el gasto federal ascendió a $642,000 millones de dólares, un incremento del 29% en comparación con el mismo mes del año anterior, mientras que los ingresos fiscales apenas crecieron un 7.5%, sumando $513,300 millones de dólares. Esto ha llevado a que el gasto público supere por un margen alarmante los ingresos del gobierno, ampliando la crisis fiscal.

El interés sobre la deuda también ha alcanzado niveles sin precedentes, pues en enero, el pago de intereses sobre la deuda pública superó los $1.2 millones de millones de dólares en los últimos doce meses, y solo en los primeros cuatro meses del año fiscal 2025, el gobierno ha destinado $392,000 millones de dólares a este rubro. Esto representa un peso fiscal insostenible, que limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas.

Ante esta situación, el presidente Trump ha delineado una estrategia basada en la disciplina fiscal y la reducción del gasto público, una "amarga medicina" que podría generar una desaceleración económica a corto plazo, pero que es necesaria para restaurar la estabilidad financiera de Estados Unidos. 

Su objetivo es alcanzar un balance presupuestario sostenible hacia el final de su mandato que situaría al déficit en el 3% del PIB. Sin embargo, lograr esta meta requiere medidas drásticas, incluyendo la eliminación del dispendio público y la restructuración del presupuesto federal. Frenar la inercia de gasto es, no obstante, muy complejo.

Elon Musk, a cargo del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), ha comenzado a revisar el gasto gubernamental, eliminando programas ineficientes y reduciendo desperdicios. 

Sin embargo, el problema radica en que, a pesar de estos esfuerzos, la inercia presupuestaria – como le digo- es demasiado fuerte. El gasto público ha crecido a un ritmo imparable y revertir esta tendencia requerirá decisiones políticamente difíciles. 

A corto plazo, es probable que los mercados reaccionen negativamente ante el ajuste fiscal, pero en el mediano y largo plazo, una política de austeridad podría generar un crecimiento más sostenible y evitar una crisis de deuda de mayores proporciones.

Los inversores deben estar preparados entonces para una posible corrección en los mercados de riesgo como las bolsas de valores y las criptomonedas, así como para un probable mayor fortalecimiento de los activos refugio como el dólar y el oro.

En México, toda proporción guardada, la situación es similar. Claudia Sheinbaum debe reducir el déficit este año a 4% del PIB como se ha presupuestado, aunque eso signifique enfrentar una recesión en el país este año o el siguiente.

La “amarga medicina” de la disciplina fiscal no es agradable para ningún político, pero si Trump y Sheinbaum son un poco inteligentes, tendrán que cumplir sus propósitos o sus economías se descompondrán en una espiral de inflación y estancamiento, donde los más perjudicados serían como siempre, los menos favorecidos.

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