Luego de una larga trama casi casi telenovelezca librada entre cuestionamientos, acusaciones, ofrecimientos, dichos, dimes y diretes de los responsables de dos de los tres poderes que rigen, en teoría, la estabilidad y la buena gobernanza en el estado, al final de la semana anterior, el diálogo y los preacuerdos que se habían alcanzado se rompieron, dejando nuevamente al otrora ejemplar, pujante y ascendente Nuevo León sin el ansiado y necesario presupuesto.
Y es que, más allá de lo que representa el dinero como instrumento elemental para ejercer el poder —que, dicho sea de paso, es como se percibe que las partes en conflicto tienen visualizado el contenido del presupuesto—, son muchos los factores que han sido evidenciados a lo largo de la telenovelezca trama entre las partes en conflicto.
La falta de empatía, la falta de sensibilidad, la falta de disposición, la falta de confianza y, hay que reconocerlo también, el exceso voraz y demostrativo de dejar en claro ante la opinión pública quién es quién en estos ámbitos de poder, han sido algunas de las causas de este lamentable choque de trenes entre los responsables de los poderes. Este conflicto ha dejado nuevamente a un Nuevo León sin presupuesto y forma parte de muchas de las aristas de lo que podríamos llamar “la inmadurez política”.
Esto, estimado lector, más allá de los miles de millones de pesos que inicialmente se techaron para préstamos y que, aparentemente, en forma agónica, pero, eso sí, estratégicamente, se redujeron de manera posterior, más la falta de compromiso de entregar debidamente los recursos correspondientes que se le adeudan a los municipios —aunado al veto de otorgarle un nuevo porcentaje y más alto de las participaciones proyectadas— se traducen en la ahora marcada carencia en la atención a las necesidades ciudadanas.
Hoy día vivimos entre vialidades destrozadas, inmovilidad por la falta de sincronía en nuestras calles, avenidas y arterias determinantes en la productividad y buen desempeño de nuestras propias actividades, amén del resto de las actividades productivas, lo que por consecuencia trae gravísimos problemas en nuestra salud, gracias a la contaminación constante, la apremiante crisis del transporte que no da para cuando resolverse, y la inseguridad organizada del crimen que habita nuestras comunidades y con la que involuntaria y peligrosamente coexistimos.
Es evidente que todas estas adversidades, y muchas más, son consecuencia de las inadecuadas y adecuadas decisiones emitidas a través de nuestra también vapuleada democracia, que aún hoy nos otorga el derecho de elegir a nuestros representantes populares, desde el gobernador hasta los diputados.
La falta de conciencia, sensibilidad, claridad y lucidez de privilegiar e interpretar adecuadamente las necesidades de la sociedad por encima de los intereses mercantiles, personales, ideológicos, de grupos o partidistas son sin duda los elementos que tienen atrapados a nuestros representantes de los poderes en un estancado y oscuro túnel de un pleito que lleva tres años, un gobierno y dos legislaturas, y por lo que se percibe, aún no se ve pronto la luz de su final.
Así pues, estimado lector, tenemos que ser muy claros en que, en el estancado proceso en el que ahora estamos viviendo, los responsables de tener al estado en esta situación, más allá de nombres, personas o cargos, son la falta de madurez política y todas sus aristas ya mencionadas, que poco o nada se ha ejercido de parte de nuestros representantes populares, en los que las mayorías de los ciudadanos alguna vez creyeron y que, en su momento, legal y democráticamente, apostaron respaldando sus propuestas y dichos compañeros con su voto.
Por hoy es todo. Medite lo que le platico, estimado lector, esperando que el de hoy sea un reflexivo inicio de semana. Por favor, cuídese y ame a los suyos. Me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco con sus palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos, Dios mediante, aquí el próximo lunes.