Casi sobra decirlo, pero es uno de los destinos gastronómicos más importantes de nuestro país.
El fin de semana, la criatura me dijo que tenía antojo. Como estábamos de fiesta, había que cumplírselo. Yo esperaba que me dijera que querría ir a un lugar de esos que tienen jueguitos, pero no, dijo que quería chapulines.
El primer lugar en el que pensé fue el restaurante heredero de la difunta Catarina, pero me dio un poco de miedo pensar en lo que me terminaría saliendo la cuenta. Ustedes disculparán, pero todavía falta el gasto de la piñata.
Recordé que una familia con la que tuve el gusto de trabajar proviene de Oaxaca, y que desde hace un tiempo pusieron un restaurante al que no había podido ir. Me puse a investigar las redes sociales del negocio y efectivamente, sí tenían chapulines.
Así que nos dispusimos a visitar el lugar. Es un rinconcito agradable en un segundo piso en cumbres, tiene una muy bonita vista, un menú con 24 opciones diferentes de tlayudas y una muy buena atención. Lo único malo es que sólo nos dio la capacidad para probar dos de las opciones. Habrá que regresar.
Y justamente con esa idea nos quedamos después de la comida, habrá que regresar, pero a Oaxaca. Casi sobra decirlo, pero Oaxaca es uno de los destinos gastronómicos más importantes de nuestro país.
Si bien a la guía roja nada le pareció que estamos en empate en cuanto a las estrellas, en recomendaciones y otras menciones sí recibió muchas más que nuestro estado. Y al igual que aquí, hay que decir que seguramente se quedaron cortos.
Ir a la capital de Oaxaca basta para darse cuenta de que no nos vamos a dar abasto para probar todo lo que nos ofrece, y eso es sin hablar de las otras regiones del estado.
Dos libros que tengo en casa y que valoro mucho, se han escrito sobre la cocina de Oaxaca, el de Diana Kennedy y el de Susana Trilling que trata específicamente de uno de los más emblemáticos platillos del estado: Sus siete moles.
Todos tan diferentes, todos tan deliciosos y hasta muy versátiles en la manera en la que los podemos degustar. Comerse unas quesadillas de amarillito en el mercado… no tiene precio.
Pero creo que más allá de algunos platillos, el verdadero tesoro de Oaxaca está en sus ingredientes y las casi infinitas opciones de preparaciones que se pueden elaborar con ellos: Cecina, chorizo, tasajo, gusanos, chapulines, chipilín, hierba de conejo, hoja santa y unas verduras de excelente calidad.
Ya entrados en la comedera, no podemos dejar de lado las espectaculares bebidas con las que podremos acompañar nuestras comidas, atoles, pulques, téjate, chocolate, café y, claro, el tradicional mezcal.
Para terminar, Oaxaca también ofrece una gran variedad de dulces y panes que ya no les cuento, porque no me da el espacio.
Con su gran comida, bellos lugares y una gran riqueza cultural, Oaxaca es sin duda uno de los más interesantes destinos culturales en nuestro país y al menos una vez, hay que ir.