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Opinión

Entregando nuestra muerte

Espiritualidad

Según el renombrado místico Juan de la Cruz, tenemos tres luchas esenciales en la vida: “hacer cabales nuestras vidas, entregar nuestras vidas y entregar nuestras muertes”. Lo que se nos pide en las dos primeras luchas es más obvio. Pero ¿qué significa entregar nuestras muertes?

En esencia, significa esto: la forma en que morimos deja un legado, un espíritu particular, que nutre o persigue a quienes quedan atrás. 

Si morimos con amargura y enojo, sin estar en paz con nuestros seres queridos, con nosotros mismos y con nuestro Dios, dejaremos atrás un espíritu que es más tóxico que nutritivo. 

Por el contrario, si morimos reconciliados y en paz con nuestros seres queridos, el mundo y con Dios, entonces, como Jesús, dejaremos atrás un espíritu que nutre, enardece, consuela y da a nuestros seres queridos un permiso sagrado para estar en paz. La forma en que morimos influye en nuestro legado, y ese legado es un regalo o una carga para aquellos que dejamos atrás.

El 23 de noviembre de 2023, Richard (Rick) Gaillardetz, un reconocido teólogo, murió de cáncer de páncreas cuando aún se encontraba en la flor de su vida. Fue un esposo amoroso, padre, abuelo, conferencista talentoso, amigo y mentor de muchos, un entusiasta de los deportes y con un robusto sentido del humor. Tenía también una fe cristiana sólida que sería puesta a prueba durante los meses de su enfermedad terminal.

Cuando le diagnosticaron cáncer más de un año antes de morir, sus médicos le dijeron que era terminal y que no habría cura; él necesitaba afrontar el hecho brutal de que iba a morir en los próximos dos años. Él enfrentó eso. Además, al hacerlo, intentó (no sin luchas agonizantes) hacer de su muerte un regalo consciente para su familia y el mundo. 

Durante los meses previos a su muerte, mantuvo un blog en el que compartía cómo es saber que estás muriendo y aceptarlo con amor y fe, incluso dentro de la agonía de tener que dejar ir la vida y luchar con las poderosas resistencias instintivas dentro de nosotros.

Esos blogs se han reunido en un libro, Mientras respiro, espero: una mistagógica de morir, editado por Grace Agolia.

Estos son algunos de los sentimientos y pensamientos de Rick:

* A diferencia de muchos santos de nuestra tradición, yo no elegí esta disminución; Me ha sido impuesta, espontánea y no deseada. Pero sí veo en ello una invitación a una vulnerabilidad agraciada, un llamado a abandonar esa confianza, fuera de lugar, en mi propio vigor y autonomía corporal.

* Estoy orando tanto por la gracia por la disminución como por la gracia de la disminución.

* Uno de los demonios que enfrento a diario es un ego arrogante que clama sin cesar por atención como un niño pequeño que se queja, ahogando las necesidades y preocupaciones de los demás. Una de las inesperadas gracias de la disminución, aparece cuando salgo de mi egoísmo natural pataleando y gritando, para descubrir en mi interior una reserva de compasión por el sufrimiento de los demás, muy descuidada.

* Debo confesar que en ocasiones me preocupa el proceso final de la muerte. ¿Cómo será? ¿Cómo lo manejaré cuando mis órganos corporales comiencen a descomponerse y comience la verdadera muerte? ¿La paz que siento ahora me sostendrá durante esa época tan “diferente”? … 

Lo que mantengo más firmemente en mi corazón a través de todo esto es la convicción de que Dios me ha rodeado tan profundamente con amor durante estos últimos meses desde mi diagnóstico que, seguramente, Dios no me abandonará en esos días y horas finales.

* Ahora pertenezco al grupo andrajoso de los ancianos y los enfermos. Ésta es ahora mi gente, mi última tribu.

* Entregar mi muerte no es sólo una cuestión de aceptar mi inevitable fallecimiento físico; entregar mi muerte me invita a abrazar experiencias de espera pasiva, disminución y marginalidad como una liberación de la esclavitud del logro personal y la importancia personal. 

Si le doy el debido espacio a estas experiencias, me llaman más allá de mi yo egoísta y agrandan mi alma. Me atraen a una mayor compasión por el dolor y el sufrimiento de los demás y me animan a orar por los demás en medio de su propio sufrimiento y muerte inminente. Aquí radica la suave pedagogía de morir y resucitar.

* Mi tarea final es devolver a Dios la vida que graciosamente me ha sido dada.

En su discurso de despedida a sus discípulos, Jesús prometió que después de que nos lo quitaran, dejaría atrás su espíritu, el espíritu de paz. Cuando nosotros nos vamos, todos dejamos detrás de nosotros un espíritu tácito que afecta a quienes hemos dejado atrás. 

Si morimos en paz con Dios, con los demás y con nosotros mismos, entonces, como Jesús, nuestros seres queridos, mientras lamentan nuestra pérdida, en lo más profundo de sí mismos se sentirán nutridos, reconfortados y consolados en cada uno de sus recuerdos de nosotros.

Rick Gaillardetz, QEPD, nos has dejado (familia, amigos, el mundo) el regalo de la paz.

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