La presidenta Claudia Sheinbaum ha manejado bien las cosas en los primeros casi 20 días de su gobierno. La sombra de AMLO es un lastre que pesa y puede afectar al llamado gobierno del segundo piso.
Carga mucho lastre la presidenta. El malicioso López Obrador supo endosarle a la entonces presidenta electa la responsabilidad por los compromisos incumplidos del lopezobradorismo.
Lo mismo le hizo prometer en público que ella resolvería lo de Ayotzinapa, además de terminar las obras inconclusas, entre ellas el tren Maya, la refinería y más. Pero no sólo eso; también le comprometió en temas de seguridad y otros como la contaminación en Nuevo León.
Ahora resulta que, si ella no arregla los parches y desperfectos de la 4T, será culpable de sus fallas y de las del antecesor. Esto la posiciona en terrenos escabrosos. La continuidad de las mañaneras es otro lastre; aunque ella imponga su propio sello, siempre estará el fantasma de la comparación, y como en las películas, las segundas partes no siempre son mejores.
Por momentos, en algunos temas torales, sobre todo los vinculados a la inseguridad, pareciera que su misión es defender al antecesor más que ofrecer posicionamientos. Eso puede dar resultado en lo inmediato, pero a la larga será una carga en la imagen de la presidenta. Es necesario que se deslinde; no se trata de hundir las naves para olvidar al mentor, su responsabilidad es responder por su tiempo y circunstancia, no por las culpas del pasado.
La sombra de su propulsor le pesa, y si no logra desmarcarse, ese freno será un factor al momento de entregar cuentas. Ahorita es luna de miel y todo se acepta, pero esa etapa tiene un fin.
Asumir la confrontación directa y frontal contra el expresidente Felipe Calderón no abona en su gobierno. Ese no fue su pleito; la rivalidad es de Calderón con AMLO y el robo de la elección en 2006. Por mucho que ella fuera parte de aquel equipo, no es su circunstancia y no debería asumir el conflicto como suyo. ¡Que López Obrador se defienda solo, sabe cómo hacerlo!
Claudia no es AMLO y no tendría por qué serlo. Su gobierno es una oportunidad histórica para ella y no una extensión de su antecesor.
Tiene la oportunidad de gobernar desde el centroizquierda, desde la socialdemocracia, un gobierno con ideología igualitaria definida, pero con puentes hacia el sector productivo con respeto a las libertades.
Existen ejemplos exitosos de mujeres quienes gobernaron desde la izquierda, lo mismo Angela Merkel en Alemania que Michelle Bachelet en Chile. Aunque siempre habrá críticas, en lo general, sus gobiernos tuvieron saldos favorables. No necesita emular el rencor del pasado reciente y rumiarlo en su presente.
Han transcurrido apenas unas semanas y las expectativas son altas. El desarrollo, en general, es positivo, pero necesita marcar más rasgos de su personalidad y dejar de lado la idea de la segunda parte de una película previa.
Hace un año fue favorable y hasta necesario que le cubriera la sombra del caudillo; sin embargo, ya requiere brindar su propia sombra y dejar de lado al maestro. Eso no es traición.
AMLO colocó sus piezas para tener control entre los diputados y senadores. Lo mismo hizo con el partido político. A la presidenta le queda definir y marcar su propia personalidad en el poder ejecutivo, hacer sus jugadas en el Frankenstein que será el poder judicial y los otrora organismos autónomos.
Es oportuno que su gobierno muestre el rostro femenino de la presidenta y abandone la máscara que ensombrece al actual régimen. Hasta los segundos pisos tienen diseño propio en su arquitectura.