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Opinión

Peregrinos de esperanza

Siete puntos

1. Estamos iniciando, junto con el año civil, el jubilar convocado por el Papa Francisco. Un jubileo, según aparece en el Antiguo o Primer Testamento, se realizaba cada 50 años y se proponía como una oportunidad para restablecer la correcta relación con Dios, con las personas y con la creación. Además, las deudas eran perdonadas, se restituían los terrenos enajenados, los presos salían de las cárceles y se dejaba descansar a la tierra. El año jubilar también es conocido, sobre todo en el ámbito académico, como año sabático, en el que se sigue disfrutando del salario, aunque no se trabaja.

2. A través de una convocatoria —Spes non confundit (la esperanza no defrauda)—, publicada el 9 de mayo de 2024, Francisco de Roma invitó a vivir este jubileo con un horizonte temático: peregrinos de esperanza. Y no es que Bergoglio se refiera solo a los fieles de todo el mundo, que peregrinarán durante este año a Roma para pasar por alguna de las puertas santas en las basílicas de San Pedro, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros, sino a quienes estamos seguros, creyentes o no, de que somos peregrinos de esperanza.

3. En primer lugar, y conforme pasan los años somos más conscientes de ello, estamos de paso en este planeta tierra. Pero una cosa es caminar sin rumbo, como zombies llevados por una inercia trágica, semejantes a sombras informes y volátiles, y otra transitar por los senderos vitales teniendo una meta clara, un objetivo por alcanzar: hay que saber a dónde dirigirse. Un peregrino tiene claro su destino, y es capaz de múltiples sacrificios y renuncias sin límite para alcanzarlo. Podrá tropezar, hasta caerse, pero no cejará en su esfuerzo por alcanzar el final trazado. 

4. Pero también, quien corre, trota o camina, quien peregrina, lo hace con esperanza. Sí, es consciente de las muchas piedras y obstáculos que aparecerán en el trayecto, pero siente el gran impulso de poder superarlos. Ante las sombras que irán surgiendo, tiene ya preparada su lámpara interior, esa que no se apaga ni con la más tormentosa borrasca, y si escucha voces de desaliento, no solo no las atenderá, sino que esgrimirá argumentos sólidos, contundentes, para rebatirlas. Su esperanza no es ingenua, sino fundada. No hay terquedad inconsciente, sino tenacidad consecuente.

5. Peregrinar con esperanza sacará lo mejor de nosotros mismos en este año que inicia. Y es que, sin negaciones de realidades ominosas, sentimos el impulso de crear mejores condiciones de vida para todos, en las que los fantasmas de la mentira y la corrupción, de la violencia y el odio, sean difuminados por las realidades de la justicia y la paz, de la verdad y el amor. Peregrinar con esperanza nos permitirá retroceder, quizá, pero para avanzar. Y si nos detenemos por un instante en nuestro andar, será no para suspender la marcha, sino para recobrar nuevos bríos.

6. En un mundo cada vez más desesperanzado, por las guerras y los conflictos, aún en las mismas familias, aportar esperanza es una tarea que reclama nuestra atención. Me resuenan, en estos díficles  tiempos, las palabras de Antonio Gramsci (1891-1937): “Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda nuestra inteligencia; conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo; organícense, porque precisaremos de toda nuestrra fuerza”. Yo le agregaría al texto de quien escribió los Cuadernos de la Cárcel: peregrinemos con esperanza, porque los demás necesitan de nuestro dinamismo y convicción.

7. Cierre icónico. Y ahora que iniciamos el año, momento propicio para elaborar nuestra lista de propósitos para los próximos 12 meses, ojalá y ellos superen el limitado espectro individual y nos abramos a la dimensión social de nuestras vidas. Más allá, entonces, de proponernos un descenso en nuestro peso corporal o en el consumo de alimentos chatarra, ¿no sería bueno que buscáramos ser más proactivos en el remedio a los males sociales de los que nos quejamos? ¿Y si nos proponemos participar más, apoyar más, transformar más?

 

José Francisco Gómez Hinojosa

Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey

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