La autoridad electoral validó la elección presidencial del 2 de junio, tenemos presidenta electa y a partir de octubre, presidenta constitucional. Claudia Sheinbaum gobernará un país de 130 millones de habitantes.
Por sobre filias y fobias el triunfo es inobjetable, guste o no al casi 38% de los mexicanos, alegre a otro 59% y le sea indiferente a un 3% de electores quienes no se sintieron identificados con alguna de las opciones ofrecidas.
La lista nominal alcanza 98,329,591 de electores registrados quienes tuvieron opción para votar en alguna de las 170,766 casillas instaladas, votó el 61% de los electores, es decir, 60,115,184 ciudadanos; el 39% de la población no acudió a las urnas, sea por negligencia, porque fallecieron, falta de credencial o simplemente porque les importó una pura y dos con sal.
En este panorama Sheinbaum es la presidenta de los mexicanos y esto deben entenderlo quienes le acompañan en la aventura de su gobierno tanto como quienes disienten del proyecto morenista y no se sienten representados por ella; es presidenta de todos y se necesita que afines y contrarios lo crean pues el país necesita de todos.
Sobre la aplicación del término “presidenta”, sólo puedo argumentar que el habla, sea escrita o verbal es un ente vivo, cambiante, adaptable a sus tiempos y en el cual, la rigidez de las reglas en el idioma pasa a un segundo término frente a la aplicación comunicativa y funcional del lenguaje, así se molesten los puritanos del español.
Para muestra de la movilidad comunicativa están términos como textear, tuitear y otros por el estilo, incluyendo cantinflear. Hasta 2024, México ha tenido 74 presidentes (algunos repetidos por lo cual serían 65 personas en la presidencia), 2 emperadores, 3 miembros de una junta gubernativa o triunvirato; algunos ocupando en paralelo el sitio del jefe de Estado en el poder ejecutivo como es el caso de Benito Juárez y Maximiliano de Habsburgo.
El triunfo de Claudia Sheinbaum la convierte en la primera mujer en gobernar oficialmente en el país, aunque existan las emperatrices quienes tenían rango de mandatarias y otras esposas las cuales ejercieron el gobierno por “metapoderes” pues no tenían el mandato oficial.
En un régimen constitucional republicano, el poder ejecutivo siempre recae en una persona, aunque en la práctica su pareja, los asesores y el equipo cercano ejerzan acciones de poder sobre el mandatario.
La morenista será la primera jefa de Estado y la primera presidenta constitucional de la nación, este privilegio le debe motivar a ejercer personalidad propia, distante a la influencia de su antecesor, alguien quien sí despliegue su poder y decisiones en beneficio de todas y todos en el país, no sólo para ese 60% quienes simpatizan con su ideología o concepto de gobierno.
Los mexicanos esperamos mucho del sexenio 2024-2030, los pasados gobiernos heredan una estela de pobreza, miseria, falta de espacios para la movilidad social, delincuencia organizada, inseguridad, confrontaciones y un listado enorme de deficiencias sociales, económicas y de gobernabilidad; si logra cambiar, aunque sea un poco en cada aspecto mencionado, será además de la primera mujer, la mejor presidenta en la historia del país.
Confiemos que la única mujer presidenta a la fecha, sea también la más demócrata, una política constructora de consensos entre los disensos acrecentados en la última década.
México demanda una reingeniería gubernamental, un nuevo pacto social en el cual quepamos todos, los simpatizantes y los detractores de Morena, incluyendo los apartidistas.