El viernes 4 de abril de 2025, los mercados financieros globales vivieron una de sus jornadas más negras en años. Las principales bolsas cayeron con fuerza: el S&P 500 perdió un 6% en un solo día, el Dow Jones un 5.5% y el Nasdaq se desplomó un 10% en la semana.
En Europa, el IBEX 35 retrocedió 5.83% y el FTSE MIB italiano más del 6.5%. Asia también cedió terreno. México, con su alta dependencia del entorno externo, no fue la excepción: el IPC de la Bolsa Mexicana de Valores cayó un 4.87%, cerrando en 51,452.73 puntos.
La causa inmediata es clara: una nueva escalada en la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Aranceles, amenazas y respuestas que revelan no solo un conflicto económico, sino una lucha geopolítica profunda entre dos modelos de poder. Esta confrontación ha desatado una oleada de incertidumbre en los mercados, afectando la confianza global.
México, atrapado entre estas potencias, siente el golpe doble: caída bursátil y depreciación del peso, que cerró en 20.44 por dólar. Esto implica presiones inflacionarias, encarecimiento de importaciones y riesgos en las tasas de interés. El impacto no es solo para grandes inversionistas; también toca a las familias con Afores, créditos y consumo diario.
Lo preocupante es la señal de fondo. Esta caída sincronizada sugiere que los mercados están descontando algo más grande que una fricción comercial: un posible cambio de ciclo económico global. Las bolsas suelen anticiparse a la economía real, y cuando caen al unísono, es porque el temor es estructural.
Más allá de lo financiero, esto nos recuerda algo esencial: el mundo está interconectado, y la falta de diálogo entre potencias puede generar efectos devastadores en los países emergentes.
La reflexión es clara: no hay blindaje real sin visión colectiva. Si las decisiones globales se siguen tomando sin considerar sus consecuencias locales, no será el mercado quien colapse… será la confianza.