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Opinión

¡Son 65 años de rugir!

Columna Invitada

Fue un 13 de diciembre de 1980; un compañero de trabajo de mi señor padre (ambos laboraban en la Fundidora Monterrey) le dio par de boletos para acudir a uno de los palcos del Estadio Universitario para ver el partido Tigres contra Puebla.

El camino de la colonia Madero hasta el inmueble se me hizo eterno; aquel tanque de guerra llamado Chevrolet 57, que mi papá adquirió meses antes, fue el medio de transporte.

Cuando llegamos al coloso de San Nicolas vi a aquellos futbolistas enormes, como si fueran gigantes. Lo más cercano que había tenido a un jugador de Tigres era través de aquellas legendarias revistas de “Chivas, Chivas… ¡ra, ra, ra!”.

Boy, Barbadillo, Batocletti, Orduña, Carrillo, Azuara, Reyes, ahí estaban, jugando ante un visitante que portaba camisa blanca con una franja azul, poco sabía yo de ellos, mi atención estaba enfocada en quienes estaban ataviados con el vistoso uniforme amarillo con azul y una gran ‘U’ en el pecho.

Transcurrió el partido y los Tigres ganaron 2-1, fue un festejo enorme en un estadio que, si bien no estaba lleno, sí lograba poseer ya una mística futbolera propia de los grandes escenarios, esto gracias a quienes ganaron en cancha, pero también a aquellos que apenas unos años atrás sólo conocían el uniforme a rayas azules y blancas.

Ofrezco una sincera disculpa porque parece que busco que un evento importante se trate de mí, pero no se trata de eso, sólo pretendo compartir cuál fue mi primer contacto directo con los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Y así, los vi crecer, ser Campeones par de años después, descender y regresar, hacerse grandes, ganar seis títulos en poco más de una década, convertirse en uno de los grandes, darle a su afición tristezas deportivas, pero también alegrías. 

He sido testigo de cómo cometen errores graves a nivel directivo, y también las fallas de cuerpos técnicos y jugadores, cómo se equivocan en contrataciones los de pantalón largo, cómo despiden técnicos con motivos poco claros. Pero… ¿saben?, con todo y ello cada día son más grandes, y eso sólo una institución como la de los Tigres es capaz de lograr, porque Tigres es más que un equipo de futbol, es amor, sentimiento, afición, educación, sí, es una dosis de locura, es futbol, es magia, es pasión, es éxitos, logros, Campeonatos, Finales, llenos, esto es Tigres.

Son ya 65 años desde que este club nació, y hoy sólo quiero decir… ¡GRACIAS TIGRES POR EXISTIR!... ¡AUNQUE ARDA!

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