El 17 de julio, El Horizonte reportó el congestionamiento vehicular que provoca un retén en la carretera Monterrey-Reynosa.
Es verdad que la frontera entre Tamaulipas y Nuevo León hoy enfrenta un momento difícil en cuestión de seguridad.
También es cierto que tanto la ciudadanía como los gobiernos locales exigen mayor vigilancia, así como capacidad de prevención y reacción en la zona ante los últimos enfrentamientos y hechos violentos.
Que exista presencia de nuestras fuerzas de seguridad a lo largo y ancho de las carreteras no sólo es deseable sino que es necesario.
Desafortunadamente, en este caso, más que ser un instrumento efectivo de seguridad, éste se ha convertido en la fuente de pérdida de tiempo, pérdida de productividad (que se traduce en dinero) y lo más grave, una fuente de inseguridad.
Los puntos de control, ya sean militares o de instituciones de seguridad civiles, son medidas para vigilar nuestras carreteras y proteger a quienes la transitan. Éstos se incrementan, invariablemente, durante la época vacacional cuando el cruce de vehículos es mayor.
La carretera Monterrey-Reynosa, una de las más importantes para Nuevo León y para la región, no es la excepción.
Miles de camiones, autobuses y camionetas transitan esa carretera diariamente pues conectan a nuestro país con uno de los estados más ricos de Estados Unidos que es Texas. Desafortunadamente, dicho tramo también ha sido azotado por la inseguridad de manera recurrente.
No es inusual leer aquí y en otros medios sobre el robo de vehículos, la desaparición de personas o enfrentamientos entre grupos criminales y fuerzas estatales o federales en algún tramo de ésta.
Por eso, los puntos de control son necesarios. Sin embargo, para que funcionen, éstos deben de colocarse en puntos estratégicos, apoyarse en la inteligencia y no en detener a cada vehículo que por ahí pase.
Esto es lo que parece suceder en el kilómetro 167, donde El Horizonte constató que no existen las herramientas básicas para que el retén funcione como debe ser. Entre lo que destacan están las llantas mal pintadas simulando muros de contención y dos chozas hechas de malla desgastada y techos de lámina.
¿Cómo esperamos que nuestras autoridades realicen una buena tarea de prevención y control sin las herramientas que necesitan?
La efectividad en la revisión también es esencial. Un retén que dure más de 10 minutos ya no es un retén, sino un problema de seguridad y movilidad para las personas. En ese atorón perdemos competitividad porque las horas perdidas en carretera incrementan los costos del transporte para cualquier persona. Mientras que al retrasar el traslado, quienes por ahí transitan terminan viajando en la noche cuando a lo mejor iban a llegar con plena luz del día.
Así también, para que un retén funcione, éste debe de ser parte de una estrategia de seguridad en coordinación con los tres niveles de gobierno y, de ser posible, entre los estados implicados.
Resulta contraproducente que existan múltiples retenes en una distancia corta entre sí, y que seguramente no tienen comunicación sobre lo que sucede en cada uno de ellos.
Si algo ha dado resultado en seguridad, más allá del combate frontal contra el crimen organizado, es la coordinación y la comunicación entre instituciones de seguridad y los gobiernos de los tres niveles.
Por último, el grado de dinamismo en las estrategias también es importante. Las organizaciones criminales se adaptan rápidamente y así también deberían de hacerlo quienes nos cuidan a nosotros.
Mover el retén a puntos estratégicos de manera constante, realizar no sólo retenes sino también reconocimiento del área o la vigilancia a lo largo de las carreteras, son algunos ejemplos de cómo gestionar mejor la seguridad en una vía tan transitada como la carretera Monterrey-Reynosa.
Cuidar a todos los mexicanos debe ser la prioridad de nuestras autoridades. El error aquí entonces es creer que el tiempo y la productividad no forman parte también de la seguridad.