Pasada la algarabía de las fiestas patrias y sus gritonas arengas, septiembre ha sido siempre un mes para recordar en la vida de los regiomontanos, quienes en los pasajes de la memoria histórica no olvidan que esta ahora industriosa, pujante y trabajadora comunidad fue fundada como la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, un 20 de septiembre de hace 428 años por don Diego de Montemayor.
Ya han pasado muchos ayeres desde aquel día de 1596 y, a lo largo de la historia, los regiomontanos, muchos de ellos descendientes de don Diego, de los cuales, tras 15 diseminadas generaciones después, orgullosamente me incluyo, hemos tenido la fortuna de habitar esta bendita tierra que nos vio nacer, junto con su majestuoso Cerro de La Silla, que ha sido mudo testigo de grandes acontecimientos que han pulido a golpes de carácter, la férrea identidad del pueblo regiomontano.
Áridas tierras que, a base de una tenaz labor agrícola y ganadera, han generado sus frutos que le dieron por mucho tiempo el sagrado sustento a la sociedad, hoy han sido consumidas por la gran mancha urbana que ha extendido sus reales de manera extraordinaria ante la demanda territorial de una permanentemente creciente comunidad que nunca fue prevista ni calculada por la Autoridad.
Entre los innumerables pasajes históricos de este suelo regiomontano se cuentan La batalla de Monterrey, que fue parte de la guerra entre México y Estados Unidos y que se libró durante el mes de septiembre de 1846 en esta ciudad, donde sus habitantes mostraron temple y valor durante los cruentos combates registrados.
Testigos mudos de la historia son el fortín de la ciudadela (Ave. Juárez, atrás del teatro Calderón) y El Obispado, junto con sus cañones. Otros de lo pasajes de importancia para la ciudad y que fue esculpiendo el carácter férreo del regiomontano fue la creación de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, S.A., empresa que inicia sus actividades el 5 de mayo de 1900 con un capital de $10 millones de pesos para dedicarse a la explotación de minas de hierro y fabricación de productos con este metal. Esta institución fue la primera de gran importancia instalada en toda América Latina.
Dentro de su historia, el 28 de agosto de 1909 Monterrey sufre una de las más grandes inundaciones que algunos historiadores la consideran como la mayor tragedia de toda la historia de la ciudad. Durante dos semanas, las lluvias se registraron continuamente en la región, desbordando el río Santa Catarina, que ya lo había hecho el 8 de octubre de 1881 y el 15 de agosto de 1903; pero en ésta ocasión se calcula que el número de muertos llegó a las 4,000 víctimas.
Otro de los pasajes importantes sucede el 25 de septiembre de 1933; con una matrícula de 1,864 alumnos y 218 profesores nace oficialmente la Universidad de Nuevo León que se integró inicialmente de las facultades de Derecho y Ciencias Sociales, Medicina, Ingeniería, Química y Farmacia, así como de la Escuela Normal, la Escuela Industrial, la Preparatoria Técnica “Álvaro Obregón”, la Escuela Industrial de Labores Femeniles “Pablo Livas” y la Escuela de Enfermería y Obstetricia.
El 31 de enero de 1979, el Papa Juan Pablo II visitó por primera vez Monterrey y ofició una misa en el Puente San Luisito, ante aproximadamente 300,000 personas que acudieron a verlo en el lecho del Río Santa Catarina. Ahí, el Papa ofreció a la ciudad un mensaje de amor y fe y brindó un emocionado reconocimiento los industriales y a la clase obrera como constructores de la sociedad regiomontana.
El 16 de septiembre de 1988, el huracán Gilberto, considerado por algunos como el más grande del siglo, entra en Nuevo León, ocasionando cuantiosos daños en Monterrey, Allende, Montemorelos, General Terán, Linares y Cadereyta Jiménez. Las inundaciones ocasionan la muerte de unas ciento cincuenta personas.
Las pérdidas materiales se cuantificaron en más de cientos de millones de pesos. En 1985, el terremoto de la ciudad de México sacude la conciencia y provoca grandes lazos de hermandad entre la comunidad regiomontana, que colabora grandemente en el rescate y posterior reconstrucción de la capital.
Un año después, Monterrey es una de las ciudades sedes del Mundial México 86. Y así, estimado lector, este es un recuento apenas somero de los pasajes que han formado a esta industriosa ciudad capital que, a 428 años de su fundación, a pesar de todos los pesares y dimes y diretes políticos-judiciales de la actualidad, se yergue pujante para seguir escribiendo páginas de oro en su gloriosa historia.
¡Que así sea! Por hoy es todo, medite lo que le platico, estimado lector, esperando que este nuevo amanecer se traduzca en un reflexivo día. Por favor, cuídese y ame a los suyos; me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco, con sus hermosas palabras: “Tengan la bondad de ser felices”, nos leemos, Dios mediante, aquí el próximo lunes.