Opinión

Nuevo León y sus prostitutas políticas

Sección Editorial

  • Por: Arturo Liceaga
  • 26 Marzo 2024, 00:10

El político gestante desprovisto de personalidad y maquillado por la máquina de mercadotecnia, asevera que Nuevo León es meramente una unidad administrativa carente de identidad. Los creyentes del dogma democrático asumen que uno le debe lealtad automática a las instituciones democráticas distinguidas por sus personajes sombríos y un burocratismo deslucido. 

Sin gracia y defecto, engañan a la gente para justificar sus sueldos a través de la supuesta representación política indirecta que ahora sufre debido a la plaga de acciones afirmativas, política aconsejada por el mundo anglosajón en decadencia. 

Si el estado se disuelve, se pierde el sentido de estudiar el arte regional, la arquitectura, la literatura y la historia. El patrimonio histórico pierde valor frente a los ojos de la democracia posmoderna y su dueño: el comercio global. Del patrimonio solo se rescata lo que puede ser atractivo para el turismo y el consumismo, lo demás es olvidado. 

Un ejemplo de ello es la “festivalización” de la política urbana, es decir, cuando la política urbana es subordinada a grandes eventos, esta situación desencadena en la tematización de paisajes, provocando que estén desconectados de su entorno (Moreno y Contreras, 2010). 

Las consecuencias: desarmonía,  desorden y deslealtad. Otro ejemplo del uso del patrimonio es la instrumentalización de las culturas indígenas para promover campañas electorales. El fiel creyente de la democracia posmoderna no comprende que la falta de memoria histórica desinhibe este ambiente político insípido y ridículo. 

Las universidades, que deberían ser bastiones de la libertad y faros de luz del conocimiento en la oscuridad de la ignorancia, se han puesto la tarea de obnubilar pretenciosamente. Se han convertido en el prostíbulo de ideologías; reflejo de ello es el triunfo del progresismo en las aulas. Las universidades y los partidos comparten la característica de ser instituciones magnílocuas; son portavoces del globalismo. 

Los partidos han adoptado compromisos de paridad, feminismo, transversalidad, entre otros puntos como parte de sus intentos de ingeniería social, pero eso no significa que tengan convicción doctrinal, más bien por un sentido pragmático, se adhieren sin reflexionar mucho de sus consecuencias.

El Congreso local es una mancebía de fracasados, evidencia de ello es la compra de diputados prianistas por parte del MC. La división de poderes es otro espectáculo del teatro democrático, el presidente del poder judicial fue un diputado del PAN (que por cierto modificó la Constitución para poder ser magistrado y luego presidente). 

El papel actual de la universidad es amamantar ideologías en nombre de un falso sentido del empoderamiento. Ante todo esto, el regionalista puede resistirse a las demandas cívicas de la democracia y sus narrativas de víctima-opresor que descontextualizan a Nuevo León y lo enajenan de sí mismo. Si los progresistas quieren destruir el legado de sus antepasados como las tradiciones y la familia, entonces esa democracia que embellecen es y será autodestructiva. 


El tesoro del patrimonio nuevoleonés es la cura a la falsa dirección que tiene el estado actualmente, es por ello que el nuevoleonés auténtico debe recordar al olvidado exgobernador Rangel Frías: “En tanto que haya historia toda generación recibe de otra y entrega a la siguiente una tarea siempre inconclusa, a la vez que una determinada energía con que llevar a cabo la empresa propia de cada edad...

Y si al llegarnos el turno creyésemos que no hay más que hacer, sino agradecer la fortuna de haber tenido tales antepasados, en ese preciso instante estaríamos destrozando el monumento de su fama. Sólo se conserva en el tiempo lo que se somete a su mudanza” (Frías, 1994).

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