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Opinión

Sheinbaum dispara el optimismo económico: ¿será sostenible?

Inteligencia Financiera Global

El inicio de cada sexenio suele estar acompañado de un optimismo natural, y en el caso de la presidenta Claudia Sheinbaum, parece haberse afianzado por el momento. Sin embargo, una mirada más profunda revela que, de fondo, nada ha cambiado aún en la economía mexicana, que enfrenta grandes desafíos estructurales que nos llevan a repensar con la cabeza más fría ese sentimiento positivo.

Por ejemplo, el dato más reciente del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) muestra que septiembre de 2024 fue el peor en términos de creación de empleo desde 2009, en plena Gran Recesión. Se generaron apenas 90,968 nuevos puestos de trabajo, una caída del 31.4% en comparación interanual. De estos, solo 4,410 fueron empleos eventuales, lo que refleja una preocupante desaceleración en este tipo de contrataciones que suelen aumentar en los meses previos a fin de año para cubrir la demanda extraordinaria.

La caída en la contratación de trabajadores eventuales, con un descenso de 90.6% interanual, pone de manifiesto la debilidad estructural del mercado laboral. Aunque el empleo permanente ha tenido un crecimiento moderado de apenas 1.2%, la desaceleración generalizada del empleo revela una economía que empieza a mostrar síntomas de agotamiento, a pesar de estar estimulada este año con un histórico gasto deficitario del 6% del PIB. 

Como señala Guillermina Rodríguez, subdirectora de Estudios Económicos de Citibanamex, “no es sorpresa” esta desaceleración, pero tampoco deja de generar preocupación. En lo que va del año, el empleo formal acumula un descenso del 39.7%, una cifra que llama la atención si se compara con años anteriores.

La expectativa del Paquete Económico de Sheinbaum

Con la presentación oficial del paquete económico de la presidenta todavía pendiente, sólo podemos especular sobre las verdaderas intenciones del nuevo gobierno en términos de política fiscal. La promesa de reducir el déficit fiscal del 6% al 3% del PIB está en duda, y los rumores periodísticos sugieren que la meta podría ajustarse al 4.5%, lo cual representaría, de hecho, un incumplimiento de la promesa de disciplina fiscal para 2025.

Los primeros comentarios tanto de la presidenta Sheinbaum como del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, sugieren que la estrategia fiscal no estará centrada en reducir el gasto público, sino en aumentar los ingresos, con el objetivo de cerrar el déficit por esta vía. Ya lo sabremos una vez que se conozca el referido paquete económico 2025.

Como sea, si el déficit no se reduce de manera decisiva, la deuda pública, como proporción del PIB, seguirá aumentando. Se estaría apostando a “estirar la liga”, que no se sabe bien a bien hasta qué punto sería sostenible para la estabilidad macroeconómica.

En lo externo, los conflictos en Medio Oriente, Ucrania y las elecciones presidenciales en Estados Unidos añaden un factor de incertidumbre significativo. 

Cualquier cambio en las políticas económicas o comerciales del principal socio comercial de México podría tener repercusiones inmediatas en la economía nacional. Las remesas, un pilar fundamental para millones de familias mexicanas, también podrían verse afectadas dependiendo del resultado electoral, del crecimiento económico estadounidense y de la política migratoria que adopte el próximo inquilino de la Casa Blanca.

Finalmente, en el panorama interno, no se puede descartar la posibilidad de una crisis constitucional, tal como lo señaló esta semana Enrique Quintana en su columna en El Financiero. Si el Poder Ejecutivo o el Legislativo desconocieran una eventual decisión de la Suprema Corte de Justicia que contraviniera la reforma Judicial, podríamos estar frente a un choque de poderes que incrementaría la incertidumbre política y económica. 

Si bien este riesgo parece poco probable, no deja de ser una posibilidad que podría desencadenar efectos de inestabilidad en los mercados financieros nacionales y en el tipo de cambio.

En suma, hay un innegable optimismo económico de cara al inicio del actual sexenio que debe ser aprovechado por los inversionistas, mientras dure: si se sostiene dicho optimismo a largo plazo, un tipo de cambio estable permitirá realizar inversiones a bajo costo en dólares; y si no, los activos en los que se invierta de manera temprana se valorizarán al alza en el caso de una depreciación cambiaria. Un ganar–ganar para quien lo sepa aprovechar.

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