Al arrancar las precampañas a la Presidencia de la República y las de precandidatos a cargos legislativos federales, también comienzan las promesas y grandes ideas acerca de cómo puede cambiarse la realidad actual de un país.
La repetición de patrones de comportamiento de los aspirantes pasan de las sorprendentes, refrendos de las mismas que pegaron hace años y, claro, por las que las tendencias que las redes sociales reflejan cotidianamente.
De esta última vamos a ver muchas. Cada candidato tiene sus propias ideas y las expresará con cierta naturalidad, mostrando su forma de ser, más no se cerrará a lo que “la clase influencer” vaya marcando. Especialmente si en el pasado jugaron algún rol sobresaliente.
Por ello espero ver en las tres principales candidaturas la de Sheinbaum, la de Gálvez y la de García, que le pregunten a su público qué es lo que quieren que haga en la campaña y también en la Presidencia.
Las tres se asumirán desde ahora como titulares del ejecutivo y las tres serán el equivalente a un “rockstar” que hace lo que su público le aclame. Harán lo que sus asesores, estrategas políticos o gurús les digan que funciona para “jalar votos”.
Aquello que en el pasado les funcionó se usará de nuevo. ¿No crees? Cambios de peinado, de imagen, de lenguaje, de vestimenta, de acompañantes, de temas y hasta de religiosidad.
Cuando a alguien le ha funcionado alguna estratagema, es altamente probable que la use de nuevo y la traiga como si fuera la más nueva y mejor de las promesas. Se dejará influenciar por el ambiente internacional y asumirá roles parecidos a los de los ganadores en otras latitudes.
Recordemos que cuando ganó Barack Obama, todos los consultores del ramo dijeron haber participado y “copiaron” lo que pudieron entender de las causas de su triunfo para las campañas de sus clientes. Cuando Emanuel Macron en Francia venció en la jornada electoral, era el hombre del momento y, otros candidatos de otras culturas asumieron la pose de lo que presuntamente le dio la medalla de oro. Ahora el triunfador es Javier Milei.
Imitar a Milei se antoja una tarea que pueden tomar Gálvez y García, los retadores, quiénes podrían adoptar algunas estridencias que les hagan sobresalir, llamar la atención del elector, lo que importará será el número de menciones, la polémica y el anarquismo, con tal de que lo que se note, sea la diferencia.
Ser diferente es el reto ante un electorado que se monta en la superficialidad como una salida a la rutina de la realidad de su mundo. Un mundo que demanda trabajar, cuidar su vida, la de su familia, su patrimonio y un estatus que cree tener.
La fantasía y la realidad se encuentran en la campaña, donde los candidatos se vuelven actores y los electores espectadores. Es donde no se cuestionan las consecuencias de las promesas y las formas en que se pueda aterrizar una idea grandota (ideota).
En Nuevo León, de donde es originario uno de los aspirantes, enfrentamos uno de esos casos en los que la realidad estremece a la fantasía. García, quien fue candidato y gobernador, trajo la superidea de que hacer y promulgar una nueva constitución para el Estado le daría un impulso al desarrollo de la entidad.
La oposición que controla el Congreso aceptó aprobarle su constitución, cuando aún eran amigos, porque no le vieron consecuencias de cuidado, “al cabo no pasa nada” y ya tenemos una Constitución que tiene de nuevo, este, eh, pues que es nueva. Te reto a que pienses de primera intención ¿Qué tiene de aporte para el estado la nueva Constitución? Difícil detectarlo.
Una crisis política compartida por los causantes, del Ejecutivo y del Legislativo locales, tiene en vilo la definición del gobernador interino. La Constitución nueva trae las mismas previsiones de sustitución que la anterior, basadas en que el Congreso define, si es una ausencia de seis meses, al que se quede al frente del Poder Ejecutivo. Pero el problema va más allá. No hay un procedimiento reglamentario de tal sustitución.
La nueva carta magna del Estado cambió el orden de los artículos y deja sin efecto muchas de las leyes secundarias, tan sólo porque no coinciden las referencias a los artículos constitucionales. Además, las leyes locales ya no se ajustan a la ley superior y complican la aplicación y la interpretación de la ley.
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