Hay un incidente en los Evangelios en el que los discípulos de Jesús no pudieron expulsar a un demonio en particular.
Cuando le preguntaron a Jesús por qué, él respondió que algunos demonios solo pueden expulsarse mediante la oración. El demonio en particular al que se refería en este caso había dejado a un hombre sordo y mudo.
Quiero nombrar otro demonio que aparentemente no puede expulsarse excepto mediante la oración, a saber, el demonio que fractura para siempre nuestras relaciones personales, familias, comunidades e iglesias a través de la incomprensión y la división, haciendo que sea eternamente difícil estar en una comunidad vivificante entre nosotros.
¿Qué oración en particular se necesita para expulsar a este demonio? La oración de un silencio compartido, similar a un Silencio Cuáquero.
¿Qué es un Silencio Cuáquero?
Primero, un poco de historia: los Cuáqueros son un grupo de denominaciones cristianas históricamente protestantes cuyos miembros se refieren entre sí como Amigos, pero generalmente se los llama Cuáqueros debido a una famosa declaración que alguna vez hizo su fundador, George Fox (1624-1691). Cuenta la leyenda que, frente a algunas figuras de autoridad que intentaban intimidarlo, Fox levantó su Biblia y dijo: ¡Esta es la palabra de Dios, temblad (Quake) ante ella!
Para los Cuáqueros, particularmente en sus comienzos, su oración común consistía principalmente en sentarse juntos en comunidad en silencio, esperando que Dios les hablara. Se sentaban juntos en silencio, esperando que el poder de Dios viniera y les diera algo que ellos no podían darse por sí mismos, es decir, una verdadera comunidad entre ellos más allá de las divisiones que los separaban. Aunque se sentaban individualmente, su oración era radicalmente comunitaria. Ellos se sentaban como un solo cuerpo, esperando juntos que Dios les diera una unidad que ellos no podían darse por sí mismos.
¿Podría ser esta una práctica que nosotros, cristianos de todas las denominaciones, pudiéramos practicar hoy a la luz de la impotencia que sentimos ante la división en todas partes (en nuestras familias, en nuestras iglesias y en nuestros países)?
Dado que, como cristianos, somos en esencia una comunidad dentro del Cuerpo de Cristo, un único cuerpo orgánico donde la distancia física no nos separa realmente, ¿podríamos comenzar como una práctica regular de oración el sentarnos juntos en un Silencio Cuáquero, una comunidad, sentados en silencio, esperando juntos, esperando que Dios venga y nos dé la comunidad que no podemos darnos a nosotros mismos?
En la práctica, ¿cómo se podría hacer esto? He aquí una sugerencia: cada día, apartar un tiempo para sentarse en silencio, solo o idealmente con otros, durante un período de tiempo determinado (quince a veinte minutos), donde la intención, a diferencia de la meditación privada, no sea en primer lugar nutrir su intimidad personal con Dios, sino más bien sentarse juntos en comunidad con todos los que están dentro del Cuerpo de Cristo (y con todas las personas sinceras en todas partes) pidiendo a Dios que venga y nos dé la comunión más allá de la división.
Este también podría ser un ritual poderoso en el matrimonio y en la vida familiar. Tal vez una de las terapias más sanadoras dentro de un matrimonio sea que la pareja se siente junta regularmente en silencio, pidiendo a Dios que les dé algo que no pueden darse a sí mismos, es decir, una comprensión mutua más allá de las tensiones de la vida cotidiana. Recuerdo que cuando era niño rezábamos el rosario juntos como familia todas las noches, y ese ritual tenía el efecto de un Silencio Cuáquero. Calmaba las tensiones que se habían acumulado durante el día y nos dejaba sintiéndonos más tranquilos como familia.
Utilizo el término Silencio Cuáquero, sin embargo, hay varias formas de meditación y contemplación que tienen la misma intencionalidad. Por ejemplo, el fundador de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada (la orden religiosa a la que pertenezco), San Eugenio de Mazenod, nos dejó una práctica de oración que llamó Oraison. Esta es su intención: como Oblatos estamos destinados a vivir juntos en comunidad, pero somos una congregación mundial esparcida en sesenta países alrededor del mundo. ¿Cómo podemos estar en comunidad unos con otros a pesar de la distancia?
A través de la práctica de Oraison. San Eugenio nos pidió que dediquemos media hora cada día a sentarnos en un silencio que pretende ser un tiempo en el que no sólo estemos en comunión con Dios, sino también en comunión intencional con todos los Oblatos del mundo. Similar al Silencio Cuáquero, es una oración en la que cada persona se sienta sola, en silencio, pero en comunidad, pidiendo a Dios que forme una comunidad a través de todas las distancias y diferencias.
Cuando Jesús dice que algunos demonios sólo se expulsan con la oración, lo dice en serio. Y tal vez el demonio al que se refiere más particularmente es el demonio de los malentendidos y la división. Todos sabemos lo impotentes que somos para expulsarlo. Sentarse en un silencio comunitario, pidiendo a Dios que haga algo por nosotros más allá de nuestra impotencia, puede exorcizar el demonio de los malentendidos y la división.
Ron Rolheiser. OMI
www.ronrolheiser.com