Opinión

Moral médica

Sección Editorial

  • Por: Adalberto Madero
  • 10 Abril 2024, 00:55

El pasado 4 de abril se cumplieron 163 años del fallecimiento del Dr. José Eleuterio González “Gonzalitos”(1813-1888), benemérito de Nuevo León y humanista descollante, quien nos legó obras sociales tan importantes como la Escuela de Medicina y el Hospital Civil, así como una cincuentena de publicaciones donde abordó diversos géneros como la medicina, la historia, la moral, entre otros. 

Uno de los textos de mayor influencia en el ámbito de la enseñanza y la práctica de la medicina son sus Lecciones orales de moral médica, editado en 1878, libro de 71 páginas en el que establece un código de ética para sus discípulos, cuyo contenido a pesar del tiempo continúa vigente por la profundidad de su pensamiento, útil no solo para los médicos sino para quienes están inmersos en la salud pública, veámoslo a continuación.

Su principal objetivo es implantar en sus discípulos el convencimiento y la obligación ética, más que legal, que el médico tiene desde sus años noveles en el aprendizaje de la medicina, de respetar las leyes naturales basadas en el compromiso que adquiere de buscar el bien para su paciente. Define a la ética como “la ciencia de las costumbres” y a la moral como “la costumbre de obrar conforme a los preceptos de la razón y el buen orden de las acciones humanas”.

De entrada, el sabio médico considera que la medicina ha de ser ejercida filantrópicamente, ha de ser la más sincera expresión del amor del prójimo, debe ejercerse como una verdadera religión como un verdadero sacerdocio, sin pensar más que en hacer el bien a los hombres sin exceptuar ni a los criminales, ni a los enemigos, ni a nadie. 

El que lo haga así cumplirá con su deber y será tenido por bueno; y el que lo contrario hiciere, será un mal hombre, peor ciudadano e indigno de vivir en la sociedad.

El médico debe ser sabio y héroe, su profesión, su juramento y el bien de la humanidad así se lo exigen. Si no sabe todo lo que debe saber, no es médico; y si la suerte lo coloca ante una enfermedad contagiosa, en un campo de batalla o en un pueblo que sufre una epidemia, tiene que portarse como un héroe: es necesario que arrostre los peligros y se entregue a trabajar día y noche sin descanso, porque de otro modo no cumplirá sus deberes.

Al que pretende el título de médico, la sociedad le exige, como condición indispensable para autorizarlo, la promesa legal y solemne de que ha de ejercer su profesión con fidelidad y honradez, procurando en todo el bien de la humanidad. Lo que significa que actuará con asiduidad, constancia, firmeza, perseverancia, esmero, lealtad, probidad, integridad, proceder justo e intachable, propio de un hombre de honor.

El Dr. González plantea que es necesario que el médico se haga un buen lugar en la sociedad, pues como hombre público necesita tener muy buena reputación; y si no logra adquirirla debe considerarse eternamente perdido. 

Para alcanzar esta buena reputación es necesario que lleve una vida muy arreglada, cumpliendo fielmente con las obligaciones de su estado, respetando a todos, sujetándose a las leyes, no perjudicando ni molestando a persona alguna, sin ofrecerse ni negarse a nadie en particular, sirviendo con la mayor exactitud y con agrado a los que lo ocupen, sufriendo con paciencia las incomodidades y trabajos propios de su oficio, tolerando los defectos ajenos y corrigiendo los propios.

En cuanto a los honorarios del facultativo, piénsese que se va en busca de la instrucción. El enfermo va a servir al médico para estudiar en él, para adiestrarse en la práctica, y para verificar sus teorías: esto ya es una especie de retribución. “No seáis muy exigentes en materia de cobros, la exigencia en el cobrar descubre desde luego la avaricia, o a lo menos hace sospechoso de ella al exigente”. El médico ha jurado ejercer su profesión en bien de la humanidad: al rico se le ha de cobrar lo que sea absolutamente justo, a los de poca fortuna algo menos y a los pobres nada.

Finalmente, en lo concerniente al delicadísimo arte de recetar, el médico escribirá su receta con sumo cuidado, debiendo recetar si fuere posible, sin perjuicio del enfermo, preferir los remedios más simples a los más complicados, los indígenas a los extranjeros y los de menos costo a los caros, porque no debe el médico aumentar inútilmente los gastos de nadie principalmente si se trata de gentes de escasa fortuna.

A 146 años de su publicación, las sentencias y recomendaciones vertidas por Gonzalitos en sus Lecciones orales de moral médica siguen vigentes con la moral que impera en la sociedad contemporánea. En los nuevos códigos morales sigue prevaleciendo el principio de privilegiar al ser humano y atender sus necesidades, lamentablemente existe infinidad de casos donde impera el interés más la insensibilidad, por eso es necesario retomar los postulados humanísticos del sabio benemérito. 

No puede ser posible que en una sociedad como la nuestra que se ufana de su nivel socioeconómico todavía mueran pacientes por la falta de medicamentos o atención quirúrgica y que muchas personas estén condenadas a vivir con discapacidad por no tener acceso a tratamientos y estudios clínicos.

Un gobierno humanista difundiría por diferentes medios la moral que predicaba el Dr. González, la cual no solo serviría a los futuros médicos, sino a todos los estudiantes y profesionistas de la entidad, pero como este gobierno está bajo el signo del Instagram solamente le interesa subir fotos de las instalaciones y el equipo médico del Hospital Universitario para hacernos creer que está atendiendo la salud pública de los nuevoleoneses.  

En conclusión, urge que las políticas públicas en materia de salud se rijan por los principios de gratuidad, justicia y honradez para el beneficio de lo único importante: la gente.

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