La agencia calificadora Moody’s presentó un análisis tenue sobre el panorama financiero y crediticio de México en el contexto de la próxima transición gubernamental, pues, de acuerdo con Renzo Merino, vicepresidente y analista senior de riesgo soberano para la región de
América Latina, el país mantiene su calificación en Baa2 con perspectiva estable, esto a pesar de la debilidad fiscal que se ha acentuado durante la administración del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador.
No es un secreto que existe incertidumbre institucional y el deterioro fiscal del país, pero la agencia ha señalado que es poco probable que México pierda su grado de inversión en el corto plazo. Sin embargo, dicha probabilidad se mantiene sujeta a la evolución de factores clave, tales como las medidas de consolidación fiscal del próximo gobierno de Claudia Sheinbaum y la materialización de riesgos externos que podrían alterar la trayectoria económica de la nación.
Cabe recordar que Moody’s ratificó la calificación de Baa2 para México en mayo de 2024, situándola a dos niveles del grado especulativo.
Este posicionamiento se sustenta, según la calificadora, en la resistencia económica de México, respaldada en gran parte por el potencial del nearshoring (la reubicación de empresas extranjeras para aprovechar la proximidad con Estados Unidos). No obstante, dicha fortaleza se ve contrarrestada por la creciente carga fiscal, la fragilidad institucional y la dependencia de Petróleos Mexicanos (Pemex), la cual continúa representando una presión importante sobre las finanzas públicas.
El déficit proyectado para 2025 se estima en 4.5% del Producto Interno Bruto (PIB), cifra significativamente superior al objetivo de 3.5% anunciado por las autoridades entrantes. En este sentido, Renzo Merino subrayó que uno de los desafíos más importantes para el gobierno de Sheinbaum será diseñar una estrategia de consolidación fiscal que no comprometa la estabilidad macroeconómica del país.
Sin embargo, un ajuste fiscal profundo podría repercutir negativamente en la dinámica de crecimiento económico, generando presiones adicionales sobre el déficit y la deuda pública.
En este espacio hemos señalado en numerosas ocasiones que la posición fiscal de México se ha deteriorado considerablemente en los últimos años, a medida que el gasto público ha incrementado su rigidez, especialmente en lo relativo a los apoyos a Pemex y los programas sociales. La carga financiera de la petrolera, que es la empresa más endeudada del mundo, ha comprometido la capacidad del gobierno para implementar políticas expansivas que impulsen el crecimiento económico sin incrementar sustancialmente la deuda pública.
Por otro lado, el debilitamiento del marco institucional, derivado de la reciente reforma al Poder Judicial que disminuye su independencia, genera preocupación entre los analistas de Moody’s, ya que la calificación soberana de México podría verse comprometida si este debilitamiento se materializa en un entorno menos favorable para la inversión extranjera directa, particularmente en sectores clave como la infraestructura y la energía.
De hecho, la agencia advierte que México no ha logrado capitalizar plenamente esta coyuntura del nearshoring. La relocalización industrial ha avanzado de manera más lenta de lo esperado, lo cual se traduce en un crecimiento económico insuficiente para mantener la calificación crediticia actual a largo plazo. De no materializarse un entorno favorable para la inversión privada, el crecimiento del PIB podría reducirse a tasas del 1% anual, lo que generaría presiones significativas sobre la calificación soberana.
Este bajo crecimiento económico, junto con un déficit creciente y un panorama de inversiones adverso, se alinearía con un aumento en la percepción de riesgo. En este sentido, Moody’s enfatiza que un entorno de crecimiento moderado no contribuirá a la mejora del perfil crediticio del país, sino que podría agravar la percepción de debilidad institucional y financiera, forzando a la calificadora a reconsiderar la perspectiva estable de la nota soberana.
La coyuntura internacional añade una capa de complejidad al panorama económico de México, pues China, la segunda economía más grande del mundo, ha estado implementando estímulos fiscales y monetarios para estabilizar su economía ante una creciente crisis en su sector inmobiliario y un estancamiento en la demanda interna.
El riesgo de que China no logre alcanzar su objetivo de crecimiento económico podría desencadenar efectos negativos en los mercados emergentes, incluidos México.
Los esfuerzos del gobierno chino para mantener la estabilidad, como el anuncio de una inyección de capital de 1 billón de renminbis, representan medidas de contención ante un posible colapso económico.
Como lo hemos reiterado en otras ocasiones, las agencias calificadoras como Moody’s no son meros observadores imparciales. Su influencia y su papel como actores de política económica las llevan a emitir juicios que, en ocasiones, resultan demasiado cautos y optimistas respecto a la situación real de los países que evalúan.
Este es el caso de México, donde la calificación actual, aunque aún no ha alcanzado el grado especulativo, podría no reflejar fielmente el deterioro económico e institucional que enfrenta el país.
Tal como ocurrió en la crisis de 2008-2009, cuando las hipotecas subprime fueron calificadas de manera equivocada, México podría estar recibiendo un trato excesivamente benevolente por parte de Moody’s. La realidad es que el país se encamina a un deterioro gradual pero constante de sus indicadores macroeconómicos y fiscales. Ante este escenario, los inversionistas deberían ser cautos y considerar mecanismos de autodefensa financiera.
Además, el entorno externo no ofrece alivio. China se encuentra en una situación de crisis latente, implementando medidas fiscales sin precedentes para evitar un colapso económico. México, atrapado entre la presión interna y los riesgos externos, deberá actuar con decisión para evitar un deterioro crediticio que ya parece inevitable.