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Opinión

Nuevo Laredo: ¿el paraíso perdido?

Luz sobre luz

La escalofriante escena de una familia regiomontana a la que pretenden detener hombres armados que bajan de un vehículo en la carretera a Nuevo Laredo, y que se vuelve más grotesca e indignante cuando una patrulla de policía de ese municipio tamaulipeco, al ver los hechos, se retira del lugar, se convirtió en un referente más que confirma los extendidos temores sobre la peligrosidad de esta ciudad fronteriza.

Increíblemente triste que Nuevo Laredo, este histórico puerto terrestre que hoy alberga el cruce de mercancías más importante de todo Latinoamérica y está convertido en la aduana con mayor cantidad de procedimientos, sumando 2 millones 711,000 en sólo un mes, esté catalogado desde fuera como un lugar inhóspito y riesgoso, sumido al control de cárteles de la droga desde hace décadas sin que autoridad alguna haya podido restaurar la supremacía de las fuerzas del orden en la zona.

¿Tendrán los regiomontanos que olvidarse ya de pasar por Nuevo Laredo al realizar su trayecto hacia el vecino país del norte? Es probable.

Para Monterrey, al igual que para muchísimos habitantes de todo el noreste de México, Nuevo Laredo ha sido, por más de un siglo, la mayor puerta hacia Estados Unidos. Hasta hace no mucho era el mayor destino del shopping y los paseos hacia Texas —salvo por el crecimiento inesperado que tuvo McAllen en las últimas décadas—, pero Laredo sigue siendo la ruta más rápida y directa hacia San Antonio, Houston y más.

La historia de Laredo y Nuevo Laredo es mucho más rica e interesante que la de muchos de los otros cruces cercanos. Laredo existe desde el siglo XVIII, cuando en la Nueva España se funda la Villa de San Agustín de Laredo, en honor a un puerto de Santander, España, y se establece en ambos márgenes del río Bravo.

Es hasta el final de la guerra con Estados Unidos que se crea una nueva división entre ambos países, y que justamente la frontera internacional rompe la ciudad en dos, creando el “Nuevo Laredo” del lado sur, en 1848. Tan patriotas eran la mayor parte de sus habitantes que, según se cuenta, numerosas familias que quedaron del lado americano se mudaron a vivir al lado mexicano, e incluso desenterraron sus muertos de Laredo y los pasaron a Nuevo Laredo.

Como el gobernador de Nuevo León de entonces, Santiago Vidaurri, era comandante militar de toda la zona, rápidamente fundó allí, en Nuevo Laredo, una aduana, en 1855.

Tan importante era Nuevo Laredo que rápidamente contó con una oficina de telégrafos, y Porfirio Díaz se aseguró de construir un tren que uniría, desde San Antonio, Texas, a Nuevo Laredo, Monterrey y Ciudad de México.

También el presidente Díaz inauguró en 1883 el primer puente internacional para peatones y vehículos que unía a los dos Laredos, representando desde entonces uno de los cruces más primordiales entre los dos países; sin duda, el más importante del lado este de la frontera mexicana con EUA.

Así de relevante y grande fue siempre Nuevo Laredo, punto de unión entre México y Texas y todo Estados Unidos.

Pero hoy hay voces que, no faltos de razón, están llamando a los regiomontanos a dejar de usar Nuevo Laredo como cruce hacia EUA.

Con la habilitación de la carretera a Colombia, Nuevo León, y el nuevo cruce fronterizo que ahí opera, sumado a la inacabable situación de inseguridad de la frontera de Nuevo Laredo, surge por primera vez la seria posibilidad de que los regios, al igual que muchos de sus vecinos cercanos, se olviden de cruzar por Nuevo Laredo y elijan ahora la pequeña pero más segura franja fronteriza nuevoleonesa.

Una de las más recientes noticias es la invitación que está haciendo Gerardo Escamilla, el secretario de Seguridad de Nuevo León, a los nuevoleoneses para que descubran y utilicen la carretera Colombia y su cruce fronterizo, ya que solo en esta carretera la policía estatal, Fuerza Civil, puede garantizar protección desde el inicio y hasta el cruce mismo con Estados Unidos.

Hace sentido. 

Si Tamaulipas no es capaz de ofrecer seguridad en Nuevo Laredo —ni estatal ni municipalmente—, y si las propias fuerzas del orden militares y federales no pueden hacerlo tampoco, la opción para Monterrey tendrá que ser Colombia.

Habrá que decir adiós entonces a esa orgullosa historia y a este icónico cruce, que si bien por largo tiempo seguirá siendo, para la mercancía, la mayor aduana latinoamericana, deja de ser opción para los viajes de particulares.

¿Es Nuevo Laredo un paraíso perdido irremediablemente? Son sus autoridades las que tienen la respuesta…

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