Por más que se trabaje en el dolor de manera racional, y se crea tenerlo integrado, este permanece escondido en alguna parte del corazón, o de nuestra mente
El otro día en sesión acudió una mujer entre los 40 y 45 años, ella es una persona muy bien preparada, con varios estudios en diferentes disciplinas, con gran calidad humana y con un sentido de empatía grandioso, el motivo de su consulta: conectar más con su yo interior.
Para algunos profesionales este es verdaderamente un reto, ya que al ser tan amplio y ambiguo el concepto, no hay más que empezar a organizar las preguntas poderosas que nos llevaran a trazar un buen objetivo.
Durante las sesiones había un síntoma que se hacía presente durante el tiempo que compartíamos, era un leve dolor en su hombro derecho, el cual ella aludía a la gran bolsa de pendientes que siempre cargaba consigo, bastante simbólico me resultó.
Poco a poco a través de ejercicios de respiración y de estrategias terapéuticas, salió un tema pendiente relacionado con heridas de abandono en su infancia, las cuales se habían quedado guardados bajo llave en un cajón de su memoria.
“Parece como si las cámaras de vigilancia se hubieran apagado, y no tuviera un registro mental de cuáles habían sido las causas de ese dolor”, que ahora se hacía presente, pero más que eso, se volvía consciente para la paciente.
Me sorprende mucho descubrir la gran inteligencia de nuestro cuerpo. Este mecanismo, por completo desconocido para muchos, llamado disociación, es en realidad un mecanismo de defensa que nos evita el sufrimiento.
A la vez, me maravillo de saber que el dolor tiene su propio tiempo; por más que se trabaje en él de manera racional, y se crea tenerlo integrado, este permanece escondido en alguna parte del corazón, o de nuestra mente, de manera inconsciente.
Pero ahora hacerlo consiente y llamarlo por su nombre, nos brinda la oportunidad de hacer las paces con ello, no es un trabajo fácil, ya que requirió un gran esfuerzo por parte de tu cerebro, el guardarlo para que no siguieras sufriendo, y así permitirte seguir adelante.
Pero una vez desenmascarado, sigue un trabajo arduo, como bien decía la paciente, cargar con esa bolsa llena de pendientes por ella misma, pero en un camino cuesta arriba el cual aunque acompañada por la terapia, que nos es más que un buen mapa y un equipo que da ayuda a recorrer el camino, pero hay tramos que tendrás que recorrer por ti mismo.
El conectar con el dolor del pasado, pudiera llegar a hacerte ver vulnerable en una primera instancia, pero poco a poco, y con paciencia, se puede ir quitándole peso a esa bolsa que hoy cargas. El cuerpo es tan sabio que te da alertas sobre lo que deberá ser atendido.
No desestimes esos pequeños olvidos, esos pequeños accidentes y por qué no, esas acciones inconscientes que sin querer realizas o dices, hay dentro de ti un pequeño tú que ocupa ser escuchado, y que no está haciendo más que llamar tu atención para que voltees a verlo de vez en cuando.
Tómate el tiempo para verte al espejo todos los días, escucha tu voz interna sabia, que sabe qué es lo mejor para ti, permítele que haga su magia.