En muchos rincones de nuestro planeta resuena la noche del 24 de diciembre: “noche de paz… que este villancico, que este canto, que viene a alegrar corazones y hogares, sea el canto que resuene en los corazones de los hombres que han perdido la esperanza en la paz por vivir sumergidos en la guerra, que sea el estribillo que resuene en todos aquéllos que estén pasando por una situación de tragedia o dificultad, que sea el verso que sientan los que estarán derramando lágrimas y sufriendo por alguna enfermedad, pero sobre todo, que sea el canto que despierte a los indiferentes, a los que viven polarizados con los regalos y lo mundano, a los que ni siquiera saben porque se canta “noche de paz”… liberemos esta Navidad de todo aquello de lo que la hemos secuestrado, del sentido de mundanidad y materialista, del sentido de indiferencia a ayudar a los necesitados y compartir el tiempo con los demás… liberemos la Navidad, dándole el sentido que Jesús nos ha dado: entregarnos al dolor, a las lágrimas, a las necesidades, al sufrimiento de los demás, como él se entregó a nosotros.
¿Cómo descubrimos el auténtico espíritu de la Navidad? Lo descubrimos en la belleza de sentirnos amados por Dios. Esta certeza y este sentimiento, es fruto del ambiente de oración, de fervor, de sorpresa que podamos tener ante el misterio de Belén. Dios que adopta nuestra naturaleza para hacernos sentir su cercanía, su calor, su cariño, su amor. Reflexionemos sobre lo que es esencial en este periodo. No vivamos estas fiestas sólo como quien organiza comidas bonitas, sets fotográficos falsos e irreales, son fechas que nos deben ayudar a reflexionar, a pensar y agradecer el inmenso amor de Dios hacia nosotros. Veinticuatro de diciembre no es una fecha para ver qué puedo hacer por Dios, es una fecha para contemplar en un momento de oración, de silencio, el proyecto de Dios sobre mí. Es Dios y no el hombre, el que inicia este gran momento de renovación, de restauración, de salvación, de amor.
Dios se sigue acercando a la historia de cada uno de nosotros. Dios no se ha desentendido de nosotros, a pesar de nuestras faltas de correspondencia. Dios quiere seguir haciendo maravillas, pero necesita colaboradores que tengan la actitud de María. Colaboradores y hombres con absoluta disponibilidad a su plan. Jesús se hace niño, y como todo recién nacido está necesitado de calor, de comprensión y cuidados en cada uno de los pequeños que nos rodean. Hoy muchos niños abandonados y en hospitales se convierten en Jesús-Niño abandonado y solitario. Este domingo, María se convierte en modelo de espera gozosa del que viene, María necesita quien lo acoja y lo cobije. Navidad será “Dios con Nosotros”, si somos capaces de acoger a este recién nacido en nuestras casas, en nuestras familias y en nuestro corazón. No secuestremos el espíritu navideño en tanta tontera y cosa externa, ubiquemos el corazón y el alma en el recién nacido.
Oración al niño Jesús
Señor Jesús, te vemos niño y creemos que eres el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María. Como en Belén también nosotros con María, José, los Ángeles y los pastores te adoramos y reconocemos como único Salvador nuestro. Te hiciste pobre para hacernos ricos con tu pobreza; concédenos no olvidarnos nunca de los pobres ni de ninguna persona que sufre. Protege a nuestras familias, bendice a todos los niños del mundo y haz que reine siempre entre nosotros el amor que nos has traído y que hace la vida más feliz. Concédenos a todos, joh, Jesús!, que reconozcamos la verdad de tu Nacimiento para que todos sepan que has venido a traer a toda la familia humana la luz, la alegría y la paz. Tú que eres Dios y vives y reinas con Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, ruega por nosotros.