Se han escrito volúmenes enteros sobre las Cruzadas, esas múltiples guerras en las que cristianos europeos buscaron tomar, bajo todos los medios a su alcance, los lugares santos que estaban en control musulmán entre los siglos XI y XIII de nuestra era.
Es particularmente interesante comprender los puntos de vista de las partes en conflicto y el magnífico libro Las Cruzadas vistas por los árabes, de Amin Maalouf, se enfoca en cómo vivieron los musulmanes esta serie de batallas por casi doscientos años.
Hacia la segunda mitad del siglo XI, los turcos ―que previamente se habían convertido al islam― ocuparon territorios cercanos a Constantinopla, hoy Estambul, así como regiones de medio oriente, incluido Jerusalén. Alejo, el emperador bizantino, preocupado por considerar el avance de los musulmanes como una amenaza al cristianismo, convocó al papa Urbano II a apoyarlo para repeler a los invasores. El papa llamó a miles de seguidores ―con la promesa de salvar sus almas― a retomar Tierra Santa de la ocupación musulmana. De esta forma, en 1096 comenzaron las Cruzadas.
Esta interesante obra describe cómo después de algunos tropiezos, la primera invasión organizada fue un éxito militar para los “frany” ―como llamaban los árabes a los cruzados― ya que llegaron a Jerusalén y la tomaron en 1099.
En su paso hacia la Tierra Santa, aprovechando divisiones entre los musulmanes, los frany sitiaron Antioquía y después de un duro asedio, el encargado de defender las torres de protección, quien se había enemistado con Yaghi Siyan, el señor musulmán de la ciudad, los dejó pasar abriendo ventanillas para que treparan con cuerdas. Cuando entraron los europeos, Yaghi Siyan huyó y cabalgó durante horas hasta que perdió el conocimiento. En la ciudad, los invasores degollaron a hombres, mujeres y niños que trataban de escapar por los callejones.
Después sitiaron Maarat, una ciudad que carecía de ejército y que sin embargo resistió durante dos semanas enteras enfrentando valientemente a los invasores, arrojándoles incluso panales de abejas desde las murallas. A pesar de que los frany aceptaron perdonar la vida de los sitiados si dejaban la defensa, una vez adentro masacraron familias y realizaron terribles actos de canibalismo.
Posteriormente, presas del miedo, los árabes optaron por dejar pasar a los cruzados por su territorio en lugar de enfrentarse a ellos en cruentas batallas. Los frany, sin embargo, aún encontraron fuerte resistencia en Jerusalén y una vez dentro, cometieron actos de genocidio en contra de los musulmanes, saqueando la ciudad. A los judíos, reunidos dentro de un templo, les cerraron las puertas y les prendieron fuego.
Por esto y más, los europeos eran considerados bárbaros por la mayoría de los habitantes de la región, que en estos tiempos contaban con grandes adelantos en diversas ramas del conocimiento. No obstante, debemos reconocer que también por el lado musulmán se dieron actos de enorme crueldad, así como una continua desorganización y traición entre sus mismas facciones.
Durante décadas llegaron nuevos cruzados mientras otros regresaban a Europa. También existieron brotes contra-ofensivos que no lograron modificar de manera sustancial el estado de la dominación, hasta que llegaron las figuras de Zangi, Nur al-Din y posteriormente Saladino, importantes líderes musulmanes que con sus acciones fueron decisivos en el proceso de recuperación de los territorios ocupados.
De estos personajes, quien más me llama la atención es Saladino, personaje que logró unificar a los musulmanes para expulsar a los invasores y tomar Jerusalén en 1187. Era un inteligente estratega militar que con decisión y visión de Estado logró sus objetivos, además de ser una persona íntegra, austera, que predicaba con el ejemplo, generoso y muy sensible al dolor humano.
Saladino tomó la Ciudad Santa bajo una posición de fuerza, pero con un tono negociador que permitió solicitar un rescate por sus habitantes para no derramar sangre: de hecho, liberó del pago a personas sin recursos e incluso distribuyó bienes a viudas y huérfanos frany antes de que partieran de Jerusalén. Respetó los templos cristianos y ofreció a sus seguidores la posibilidad de peregrinar a Tierra Santa cuando lo desearan.
Posteriormente tuvieron lugar nuevas cruzadas, con desenlaces menos trascendentes, hasta que en 1291 se expulsó a los últimos frany de territorio musulmán.
Las cruzadas terminaron hace siete siglos, pero estas batallas siguen presentes en la mente y las acciones de millones de musulmanes, lo que tiene una influencia importante en su cultura y en el desarrollo social y político de sus países. Sólo hace falta ver un noticiero o leer cualquier periódico para constatar que las consecuencias de este odio ancestral las vivimos hasta nuestros días.
Los reveladores puntos de vista que expone este libro son fundamentales para entender la relación que tienen estos pueblos con el resto del mundo.
Es indispensable conocer la historia de las sociedades para comprender las formas actuales de pensar, sentir y actuar de quienes las componen. Es imposible resolver cualquier conflicto y alcanzar la paz sin ponernos en los zapatos de los demás.
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