Los vamos a decir con todo el hielo posible. Los muros de Ciudad de Ávila seguramente se estremecerán cuando hasta allá llegue el eco de las palabras del senador Ricardo Monreal Ávila, cuando “proclama” alabado sea AMLO.
Nada más el título, y las letras, su rodilla ensangrentada, hablan de que estamos en los mejores tiempos del PRI de los 70, 60. Y me refiero a que las 20 reformas propuestas del Presidente de México son, como siempre fue, para que nadie le mueva una coma.
Y sobre el particular, debemos sostener que esta vez Andrés Manuel López Obrador no soltó un leve humo de distracción para sus adversarios, sino una fumarola monumental y volcánica, con la que se adueña de la narrativa de todo y de todos.
Sostiene AMLO, en su derecho y tiempo histórico. “La esencia de estas normas y nuevos derechos es reencauzar la vida pública por la senda de la libertad, la justicia y la democracia, como lo demandaron y exigieron con sus luchas nuestros antepasados y sus abnegados dirigentes”.
“Mi propuesta es que nuestra generación honre el legado del Constituyente de 1917. De él recibimos una carta magna que, a pesar de las graves alteraciones que sufrió durante el neoliberalismo, nos ha resultado fundamental para recuperar el país, limpiar la podredumbre de las instituciones y reorientar al Estado para ponerlo al servicio del pueblo”.
Y va de todo en choque rumbo al 2 de junio presidencial. El reconocimiento de los pueblos, comunidades indígenas y pueblos afromexicanos como sujetos de derechos. Derecho a las pensiones, a los 65 años, becas a estudiantes de familias pobres.
Atención médica integral gratuita, que los trabajadores y sus familias puedan ser dueños de sus viviendas, cancelar el maltrato animal, prohibir el maíz transgénico, el fracking y las concesiones mineras a cielo abierto.
Cuidar la escasez de agua y privilegiar el uso doméstico, adiós a los vapeadores, las drogas químicas, el fentanilo. Acabar con la extorsión de la delincuencia organizada y abatir delitos fiscales.
Aumentar el salario mínimo nunca menor a la inflación anual, que los salarios de maestros, policías, marinos no sean menores a los de los empleados del Seguro Social.
Una fuerte reforma a las pensiones que se irá incrementando poco a poco y garantizar el derecho a la educación y el trabajo, donde los campesinos tengan jornal seguro.
Abrir los 18,000 kilómetros de vías férreas como rutas para pasajeros; garantizar el derecho al Internet y que la CFE sea empresa pública y estratégica.
Y de postre, una reforma electoral que bajen los gastos de campañas y partidos políticos, el número de diputados y senadores; decir adiós a las llamadas estructuras burocráticas electorales, donde se cancelan los plurinominales.
Elegir por voto a magistrados y consejeros de organismos electorales, donde el 30% del voto en consultas sea vinculante. Obviamente que la Guardia Nacional sea absolutamente Sedena y que se cancelen todas las dependencias y organismos onerosos; es decir, los autónomos.
Vaya debate, vaya capacidad de prestidigitación… todos atentos, que la guerra Constitucional ya viene y es electoral.