La otra mirada al 2 de octubre
Sección Editorial
- Por: EH
- 02 Octubre 2024, 00:10
Primera de tres
Gustavo Díaz Ordaz es hasta nuestros días uno de los presidentes de México más odiados y al mismo tiempo el menos comprendido.
Practicaba con ahínco el basquetbol, tocaba la guitarra y cantaba canciones bohemias, que le dieron buena fama en las fiestas de juventud, incluso en la edad adulta, cuando era senador de la República y compartía un departamento de soltero con Adolfo López Mateos, Donato Miranda Fonseca y Alfonso Corona del Rosal.
Nació con la Revolución Mexicana en 1911, en San Andrés Chalchicomula, Puebla. Se graduó como abogado con honores en la Universidad de Puebla. Comenzó como actuario en un juzgado municipal de su estado natal. Pronto fue ascendido a secretario de juzgado y luego nombrado juez por méritos propios. También fungió como ministerio público, presidente del Consejo de Conciliación y Arbitraje, y presidente del Tribunal Superior del Estado. Asimismo, fue catedrático y vicerrector de su alma mater. Luego fue secretario del gobierno de Puebla, diputado federal, senador, director general de Asuntos Jurídicos y oficial mayor de la Secretaría de Gobernación durante la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines, y secretario de Gobernación durante el mandato de Adolfo López Mateos.
Ya como secretario de Gobernación, daba señales muy claras de lo duro que sería como presidente. Solía decir: “Al secretario de Gobernación no solo se le debe tener respeto, sino también miedo”.
Gustavo Díaz Ordaz gobernó el país, prácticamente dos sexenios: el suyo y el de Adolfo López Mateos, quien como presidente pasó la mayor parte del tiempo en giras en el extranjero, en eventos sociales, borracheras y con mujeres.
Cuando era secretario de Gobernación decía con orgullo: “En esta oficina está el control político de México”.
En el gobierno de Adolfo López Mateos hubo una represión política total y a pesar de eso, ALM terminó su mandato con altísima aprobación de la población, principalmente porque tenía mucho carisma y segundo porque él no tenía que ensuciarse las manos. Para ello estaba su secretario de Gobernación: GDO.
A muchos les encanta tener villanos en la política. Así es más fácil culpar a alguien y desquitar el rencor acumulado. Gustavo Díaz Ordaz ha sido uno de los tiranos favoritos por excelencia. Por ende, lo único que la mayoría de la población sabe y quiere saber de él es sobre la matanza del 68. Gustavo Díaz Ordaz aprendió de Maximino Ávila Camacho. Gobernó con mano dura, gritos, regaños y severidad. Pero eso sí, nadie puede acusarlo de corrupto.
Díaz Ordaz jamás fue un presidente querido por los mexicanos. Principalmente por su aspecto físico. Era muy feo. Y eso, en un país racista, clasista y elitista, tiene mucho peso en la política. Basta con ver la televisión mexicana. El nivel de discriminación es altísimo. Y por si fuera poco, México acababa de tener a uno de los presidentes más carismáticos de su historia: Adolfo López Mateos. Imposible para GDO competir con eso.
La mancuerna ALM-GDO funcionó a la perfección debido a que el primero era la imagen del gobierno lopezmateista y el segundo era el genio que hacía que el país funcionara. Así es, GDO fue un gran presidente y el último que tuvo éxito en el plano económico. Gobernó el país por 12 años. El sexenio de ALM y el suyo. Al llegar a la presidencia mantuvo al secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, con quien se logró el punto más alto del “Desarrollo Estabilizador” del país. También llamado el “Milagro Mexicano”. En la administración de GDO el país tuvo un crecimiento sostenido anual de 7% (en los últimos tres sexenios ha sido del 2%; en el sexenio de AMLO ha sido de 3 por ciento).
La inflación en su gobierno no rebasó el 3 por ciento (De enero a diciembre de 1995 la inflación pasó del 10.23% a 51.97%; 5 años después del “error de diciembre” en el 2000 la inflación bajó a 8.66 por ciento; en 2001 fue de 6.95%; y en 2017 fue de 6.77 por ciento).
El dólar se mantuvo a $12.50 desde finales del gobierno de Ruiz Cortinez hasta la salida de Díaz Ordaz.
Esto se traduce a una cosa muy simple: la clase trabajadora tenía un gran poder adquisitivo. Las verduras, la carne y otros alimentos costaban lo mismo al inicio y al final del sexenio.
El gobierno diazordacista tuvo un auge en materia de construcción de grandes obras por todo el país. Modernas autopistas por doquier y su obra más destacada: la primera línea del metro en el país. Una obra que se concluyó en tan sólo tres años sin dejar una deuda multimillonaria a la capital. Desafortunadamente, en el plano político no fue tan exitoso. Tenía muchos enemigos trabajando en su gabinete, comenzando por su secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez.
Gustavo Díaz Ordaz tenía un estupendo sentido del humor. Como candidato presidencial tuvo una comida con reporteros de la prensa extranjera. Entonces, uno de ellos le preguntó si era cierto que los poblanos eran doble cara, a lo que el candidato respondió a tono de broma: “¿Usted cree que si los poblanos tuviéramos dos caras yo me pondría la que traigo?”.
También en la campaña presidencial, visitó Tehuacán, Puebla. Y al entrar se topó con un enorme letrero en el que se leía: Tehuacán con Díaz Ordaz. A lo que el candidato exclamó: “¡Eso debe saber horrible!”.
En la presidencia fue a una gira de trabajo al estado de Veracruz, donde gobernaba Fernando López Arias, quien tenía la cara chueca (le decían el “Pico chulo”). En esos días había llovido sin parar. López Arias fue a recibir al presidente hasta la escalera del avión con un paraguas y le dijo: “¡Qué feos están los días!”, a lo que GDO respondió: “Pues no me irá a decir usted que los López están muy bonitos”.
Pero en la plaza pública y en los discursos presidenciales era extremadamente serio. Su amor a la patria era tal que tenía esta frase como tarjeta de presentación: “Por los hijos, la vida. Por la patria, los hijos”.
En su discurso de toma de protesta, Gustavo Díaz Ordaz dijo: “Conservar la estabilidad económica y la tranquilidad política es más difícil que haberlas conquistado”.
Estaba seguro de que para mantener esa estabilidad tenía que gobernar con mano dura. Como secretario de Gobernación en el sexenio de López Mateos, Díaz Ordaz reprimió sin pestañear la disidencia sindical organizada por el Partido Comunista Mexicano y por el Partido Obrero Campesino de México, entre ferrocarrileros y maestros; movilizaciones de clase media; la rebelión de organizaciones empresariales y católicas; al grupo guerrillero que encabezaba Rubén Jaramillo en el estado de Morelos; un conato de insurrección armada en Huajuapan de León organizada por un exoficial del ejército que decía actuar en nombre de Dios, entre otros conflictos menores.
Una de sus mayores pesadillas como secretario de Gobernación fue el surgimiento del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), en 1961, liderado por el expresidente Lázaro Cárdenas. Sí, el mismísimo “Tata” Cárdenas se había declarado abiertamente a favor de la Revolución cubana de Fidel Castro y en contra del gobierno de Adolfo López Mateos.
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