El cine apocalíptico ha sido muy taquillero en los últimos años: Mad-Max,
Guerra Mundial Z, Soy Leyenda, No mires arriba, Dejar el mundo atrás y muchas
otras. En las redes, estas películas están catalogadas dentro del rubro de la ciencia ficción. Como habitante de Monterrey, soy de los que piensan que la ficción, cada día, se acerca más a la realidad.
El paso de los años nos ha hecho normalizar el desorden, la contaminación,
el tráfico, el caos urbano, la desigualdad y la inseguridad que vivimos, justificando
inconscientemente esos males en el hecho de que el área metropolitana de
Monterrey sigue siendo la capital industrial de México. Cada día, la inversión
extranjera es mayor; Monterrey es rico desde el punto de vista económico y lo es
cada día más. Y yo le pregunto, estimado lector: ¿También cada día vivimos
mejor? ¿Estamos haciendo lo correcto para que nuestras hijas y nuestros hijos
vivan en una ciudad en la que puedan caminar, respirar, divertirse y hacer su vida
de forma digna? Usted tiene la respuesta. Regresemos a la “Ciencia Ficción”, pero
ahora usando la inteligencia artificial.
Palabras más, palabras menos, le pedí a ChatGPT un escenario tendencial para los próximos veinte años. Es decir, si seguimos como vamos, ¿qué va a pasar? La respuesta de la inteligencia artificial se parece a lo que sucede en las películas de ciencia ficción: El litro de agua será más caro que el de gasolina, el suministro de pipas lo va a controlar el mercado negro, entre treinta y cuarenta días del año tendremos lluvia ácida, el cubrebocas será costumbre, como lo fue en el COVID, el río Santa Catarina será una escombrera gigantesca, Cadereyta y los municipios aledaños serán ciudades fantasma, en Chipinque habrá un monumento en memoria del oso negro, el verde de la Sierra Madre se convertirá en gris.
En resumen, la ciudad más próspera del país se convertiría en el futuro en una mezcla entre Nueva Delhi y Chernóbil en versión latinoamericana. Si seguimos así, es muy probable que todo esto suceda. Pero, volviendo a las películas de ciencia ficción, en ellas los virus, las pandemias y las catástrofes siempre tienen su origen en la acción humana, y en la acción humana también está la solución. Y es aquí donde está la encrucijada, y surgen varias preguntas: ¿Seguimos como vamos con gobiernos descoordinados e inoperantes? ¿Seguimos aventando culpas en lugar de asumir responsabilidades? ¿Seguimos justificando que para crecer hay que contaminar? ¿Seguimos criticando sin actuar? O cambiamos el rumbo y nos hacemos responsables de nuestro futuro y del de nuestras hijas y nuestros hijos.
La ficción no tiene que convertirse en realidad. No tenemos razón para
aceptar que estamos destinados a pasar cuatro horas en el tráfico o a respirar
veneno. Nuestras familias no se merecen eso. En palabras del arquitecto Gehl:
“Primero formamos a las ciudades, luego ellas nos forman a nosotros”. La
pregunta del millón es: ¿Qué estamos formando? Hasta ahora, pareciera algo con
más similitud a las películas apocalípticas mencionadas que a lo que las futuras
generaciones nos demandan. Pero podemos, en efecto, estimado lector, claro que
podemos cambiar el rumbo si exigimos a nuestros gobernantes y pasamos de la
queja a la acción. La ciudad somos todas y todos, y podemos hacer de ella un
lugar con calidad de vida del que nos sintamos orgullosas y orgullosos.
¡Monterrey, SÍ SE PUEDE!