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Opinión

Libertad y mercado

Columna Invitada

Uno de los principales problemas que enfrentamos es la nefasta idea de que el gobierno resolverá todos nuestros problemas. El historiador Niall Ferguson escribió en su libro La gran degeneración que no hay idea más peligrosa, y que contra ella el pensamiento liberal constituye un poderoso antídoto.

En nuestro país, existe un aspecto que muchas veces es ignorado o incluso despreciado por los liberales mexicanos más reconocidos: la libertad de comercio. De acuerdo con el destacado economista Milton Friedman y otros autores, esta libertad, junto con la de expresión, es piedra angular de una sociedad abierta.

Hace más de 60 años, Milton Friedman escribió un ensayo que, en su momento, fue rechazado incluso en los Estados Unidos y que gradualmente ha cobrado aceptación e importancia: Capitalismo y libertad. Aunque encuentro una contradicción entre los valores liberales que promueve Friedman y el empeño militarista que destaca, se trata de una lectura fundamental para cualquier liberal que se precie de serlo.

En la década de los sesenta, en el auge de un keynesianismo mal entendido, Friedman fue asediado por sus ideas, incluso en EUA. No obstante, en los años setenta y ochenta, ante la gravedad de las crisis fiscales causadas por excesos en el gasto público y el creciente intervencionismo gubernamental en la economía, sus ideas fueron gradualmente incorporadas a las políticas públicas. Muchas de ellas son reconocidas hoy a través del mundo, como la importancia crucial de arrebatar al gobierno actividades que no son esenciales para su funcionamiento.

Gracias al empuje de este ideario económico, en los ochenta y noventa se llevaron a cabo privatizaciones y otras acciones en todo el mundo que permitieron sanear las finanzas públicas, incrementar la eficiencia de los gobiernos y fomentar la competencia en los mercados.

Sin embargo, en nuestro país las ideas de Friedman aún son despectivamente calificadas como “neoliberales”, como si ser liberal en cualquiera de sus formas fuera algo terrible. Lo peor es que estos juicios son emitidos por comentaristas que, de otra manera, tendrían credenciales liberales intachables. Quizá consideran inferior la libertad de comercio a todas las demás, pero esto es un error fatal.

En todo caso, debemos reconsiderar los puntos de vista de Friedman. La idea central de su obra es que el crecimiento desmesurado del gobierno y sus restricciones al mercado ponen en riesgo la libertad y el bienestar general de la población, lo cual ha quedado ampliamente demostrado.

No obstante, si Friedman hubiera vivido para atestiguar la crisis europea pocos años después de su muerte (en 2006), comprendería que el avance de sus ideas no fue suficiente.

Para Friedman, existe una conexión intrínseca entre libertad y mercado, entre capitalismo y democracia, de tal forma que en una nación comunista es inconcebible un partido liberal, pero en un país capitalista pueden florecer los intelectuales socialistas. La razón es que, bajo un sistema comunista radical, todas las actividades económicas, por definición, están controladas por el gobierno y nadie puede llevar una vida económica ajena al mismo, por lo que un régimen de este tipo tiene la capacidad de exterminar a todo intelectual liberal que represente un “peligro para el Estado”.

En cambio, en una sociedad de hombres libres, el gobierno es tan solo un instrumento para lograr el bienestar común, y no un fin en sí mismo ni el amo que debe regir nuestros destinos sin que se cuestionen sus actos. Para Friedman, el libre mercado es una condición necesaria para que germine la libertad política —a veces no es condición suficiente—.

Aunque Friedman reconoce que debe existir un propósito nacional, éste no debe ir en contra del bienestar de los ciudadanos; por el contrario, debe proteger e impulsar su bienestar y, desde luego, su libertad. Un gobierno que crece sin freno ve en la libertad de la ciudadanía una amenaza constante y buscará, por todos los medios, restringirla. Por ello, el mayor desafío en contra de la libertad es la concentración del poder en manos del gobierno, y cuanto mayor sea esta concentración de poder, mayores restricciones y obligaciones podrá imponer a la gente.

Un mercado funcional es lo contrario a la concentración del poder: es la confluencia de hombres libres que buscan intercambiar los frutos de su trabajo con otros hombres libres para incrementar el bienestar de sus familias. En este sentido, cualquier amenaza al mercado es un desafío a una libertad fundamental: la libertad de comercio. Ya en otras ocasiones he mencionado la importancia del comercio para el progreso humano. Friedman enfatiza algo más profundo: la importancia del comercio para fortalecer a la sociedad de hombres libres.

En consecuencia, Milton Friedman nos advierte que cualquier restricción del gobierno sobre el comercio es un atentado contra la libertad humana, con la sola excepción del control antimonopolios, que debe ser feroz, ya que el monopolio también restringe nuestra libertad económica. Lo mismo aplica, por supuesto, para otras fallas del mercado que han sido plenamente identificadas, como la destrucción del medio ambiente.

Una conclusión natural de este ensayo es que las actividades del gobierno deben ser acotadas: su única función deberá ser garantizar la seguridad y proteger la libertad del ciudadano, así como mantener el imperio de la ley, el orden, exigir el cumplimiento de los contratos y asegurar la competencia en los distintos mercados. 

Más allá de estas funciones, existen otras secundarias, como ayudar a cumplir objetivos que difícilmente podrían lograr los ciudadanos de manera independiente y garantizar la provisión de bienes públicos. No obstante, aun en estos casos, Friedman considera que la empresa privada y la sociedad civil deben siempre tener preferencia sobre el gobierno en cualquier actividad humana, debido al riesgo permanente que representa la concentración del poder que, por definición, ostenta el gobierno.

Para Friedman, un autor despreciado por quienes yo denomino los “gobiernícolas”, el poder para hacer el bien es también el poder para hacer el mal, por lo que debe enfrentar límites muy claros e infranqueables.

La libertad de comercio es uno de los contrapesos más poderosos que podemos imponer a un tirano en potencia. Quizá por ello muchos políticos mexicanos atacan con tanta vehemencia al libre mercado y tachan de “neoliberal” a cualquiera que pretenda acotar el poder gubernamental. Vale la pena reconsiderar a Friedman, especialmente hoy. Reflexionemos.

Sitio: https://www.ricardosalinas.com/

Twitter: @RicardoBSalinas

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