Luego de la muy razonable sensación de “¿alguien apuntó las placas…?” que quedó en gran parte del optimista y a la vez “conservador” ciudadano por los resultados oficiales que se arrojaron después del proceso electoral del pasado domingo, es innegable, sensato y de sabios reconocer que, como si fuese un fenómeno atípico e inesperado, en nuestro país surgió de la voluntad mayoritaria “la aplanadora” morena.
Entre los pilares fundamentales que sostienen una democracia, en la que hay que recordar que en este juego de voluntades unos ganan y otros pierden independientemente de los temas de equidad, equilibrio e igualdad del piso parejo, hoy, a una semana de haber surgido “la aplanadora morena”, muchos aún se preguntan y como dijera el payasito Globito, ¿qué pachó?
Para esa desconcertante pregunta que se hacen algunos, deben de existir muchas y muy variadas respuestas que dan origen en aras de una justicia equilibrada, justa y en su conjunto, a esta sorprendente “aplanadora morena”.
Y una de ellas parte de reconocer la importancia del meticuloso, arduo, concienzudo e inteligente labor política de los diversos actores políticos morenos en el escenario electoral para entender, comprender y tejer “fino” ante las necesidades y lograr una empatía humanista con el electorado ávido de ayuda, que en nuestro país y en esta ocasión ha sido determinante pues éstos junto con sus limitaciones, necesidades y carencias, son tan mayoría, como aquellos que deciden una elección.
Más allá de aquellos que quizás por sus condiciones holgadas económica, profesional o socialmente se sienten superiores al resto o piensan que sus conveniencias particulares van acordes del beneficio general, se olvidan que en el pleno ejercicio del libre albedrío individual del ciudadano, el voto de un profesionista y del que no lo es, o por decirlo de otra forma, el voto de un rico y un pobre, o el de un hombre y una mujer, en las urnas electorales valen exactamente lo mismo.
Y en Nuevo León, por lo que se aprecia el voto fue emitido a conciencia y diferenciado; sin embargo, como en el resto del país, “la aplanadora morena” arrasó conquistando las posiciones más importantes y claves que estuvieron en juego y aunque aquí las necesidades de la clase baja son menos complejas que en otros estados de la República y a pesar de no contar con una abultada cantidad de actores políticos, el triunfo se entiende por la atinada labor de los pocos, pero activos protagonistas “morenos” que hizo que las mayorías les depositaran su confianza.
Como ejemplo tenemos a Andrés Mijes, que alcanzó su reelección con la votación más elevada de la historia del municipio de Escobedo al sumar un 46.44% de respaldo ciudadano, es decir, poco más de 78,000 votos y sumando para que la “aplanadora morena” se llevara “el carro completo” en su territorio al darle el triunfo a su partido en la Presidencia, el Senado y las diputaciones federales y locales de los distritos que corresponden a su municipio.
De igual forma que Waldo Fernández y Judith Díaz, que gracias al gran desempeño en sus respectivas gestiones, uno en el Legislativo y la otra en el área social, fueron la fórmula ganadora al Senado por encima de los “nuevos” y los “viejos” de la política local, así como Clara Luz Flores, que se llevó el triunfo en el distrito 3 para laborar en la próxima legislatura desde el recinto camaral como flamante diputada federal.
Las características y cualidades de estos políticos que forman parte de esta “aplanadora morena” es que son y han sido sensibles, escuchan, son empáticos, trabajan, resuelven y se comprometen para buscar y ofrecer desde sus respectivas trincheras, los mejores niveles de bienestar para toda la sociedad y creo que es ahí, donde radica la más sólida de las respuestas de aquellos que aún hoy se preguntan ¿qué pachó?
Por hoy es todo, medite lo que le platico, estimado lector, esperando que el de hoy sea un reflexivo día, por favor cuídese y ame a los suyos; me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco, con sus hermosas palabras: “Tengan la bondad de ser felices”, nos leemos, Dios mediante, aquí el próximo lunes.