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Opinión

¿Qué sistemas de ciberespionaje operan en Nuevo León?

Sin Censura

Me pregunta un amigo de San Pedro, empresario de origen libanés, si no podría explotarle su celular ahora que quiere comprar el iPhone 16. Antes de explicarle detalles técnicos, le aclaro que no corre el mínimo riesgo. ¿Por qué? Vamos por partes.

Los aparatos digitales que explotaron en Beirut y todo el Líbano hace algunos días (desde bipers y walkie-talkies hasta paneles solares) salieron con esos explosivos incrustados en los aparatos, directamente de fábrica. Así mataron a 73 personas, entre mujeres y niños.

En un principio, quisieron culpar a empresas tecnológicas de Taiwán, quizá por la campaña de guerra híbrida que aprovecharon oportunamente los chinos. Sin embargo, pronto se reveló que en realidad la culpa recaía en manos de intermediarios.

Lo que sí es factible es que, dado el manejo financiero de mi amigo, sus equipos de comunicación personal estén intervenidos. O, como se dice en la jerga de inteligencia militar, esté “ganchado”.

Si sus negocios los opera en un radio geográfico pequeño (tampoco voy a balconearlo), quien quiera espiar su celular, sea de la marca que sea, lo hará por lapsos breves y a un precio muy alto en el mercado negro. Aquí no se usa la terminología “espiar” o “ganchar”, sino “pinchar”. En cambio, si las operaciones mercantiles de mi amigo empresario son más amplias y en su horizonte de transacciones hay gobernantes y políticos de por medio, sobre todo si son de influencia nacional, es más probable que utilicen sistemas de espionaje sofisticado y permanentes.

“¿Cómo el Pegasus que usaron algunos personajes públicos regiomontanos en sexenios pasados?” me pregunta mi amigo empresario, y yo le respondo que no. Pegasus fue un caso tan paradigmático de software espía, tanto en iOS como en Android, desarrollado por la empresa israelí NSO Group, que perdió su capacidad clandestina para infiltrarse en los smartphones sin necesidad de que el usuario hiciera clic en un archivo malicioso. Y es que, si un sistema de ciberespionaje pierde su clandestinidad, se vuelve obsoleto instantáneamente.

¿Entonces cuál sistema lo suplió? Lo diré en esta columna a condición de que quien me lea no difunda esta información porque es altamente confidencial.

Por un lado, está Saito Tech Ltd., una compañía que oficialmente se dedica a diseñar infraestructura blockchain y, discretamente, desarrolla software de espionaje. ¿Y cómo puede realizar ambas funciones simultáneamente? Supongo yo que gracias a su capacidad de soportar aplicaciones descentralizadas (en informática se le denomina DApps), como redes sociales peer-to-peer, sin depender de servidores centralizados. Llevo años investigando los vínculos de Saito Tech Ltd. con Candiru, la marca israelí poco conocida que desarrolla herramientas de spyware avanzadas.

¿Son lo mismo Candiru y Saito Tech? No, pero están estrechamente coordinadas en el plano comercial y manejan las mismas plataformas que incluyen ataques de "man-in-the-middle" y  acceden a dispositivos de forma remota, sin conocimiento del usuario, infiltrándose en cámaras, micrófonos y archivos del dispositivo ganchado.

En otra ocasión, y para no seguir exponiéndome a riesgos innecesarios, hablaré de lo que nadie habla: el sistema de ciberespionaje Cellebrite UFED (Universal Forensic Extraction Device) que accede ilegalmente a información almacenada en dispositivos electrónicos, bloqueados o cifrados, aunque estén protegidos con contraseñas o PIN.

Sin embargo, no he leído a ningún analista gepolítico en ningún idioma, advertir que estos softwares de ciberespionaje dejarán de ser útiles próximamente porque ahora los gobiernos del mundo obligarán por ley a las empresas de mensajería como Telegram (recuerda que su dueño, Pável Dúrov está detenido en París) o X (la empresa de Elon Musk está procesada y prohibida en Brasil) a que les entreguen las direcciones IP, los mensajes y los números de teléfonos de sus usuarios (nada más en Telegram son más de 900 millones de cuentas personales) en respuesta a solicitudes legales válidas.

Es decir, lo mismo en Monterrey que en París, la privacidad y las comunicaciones personales estarán controladas y vigiladas. El gobierno sabrá todo de ti. Sobre todo ahora que la ONU abrirá mañana la puerta a la posibilidad de que los Estados vigilen a sus ciudadanos, con la dolosa ampliación de la agenda 2030 disfrazada de agenda 2045 y con el mal llamado Pacto del Futuro, un intento tramposo de dominación mundial.

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