No sé a ustedes, pero a mí me toco tener uno a toda madre, de joven tuvo muchos amigos que estudiaban para ser sacerdotes, en aquella época era difícil que salieran los seminaristas a realizar sus propios mandados o compras, de manera que Humberto les ayudaba con algunas de esas vueltas.
Se casó joven, a los 21, allá por 1960, luego de tres años de noviazgo fue de la mano al altar junto con Quetina, mi madre. Recién contrajeron matrimonio, papá trabajó en la fábrica de calzado Justicia, también en la constructora popular, luego en cadena televisora del norte; en esas empresas se desempeñó como funcionario administrativo.
Luego fue invitado a la Leona Textil, donde al salir de su día laboral inició su capacitación como agente de seguros, actividad a la que se dedicó de tiempo completo, en aquellos años intermediando operaciones activas de seguros con la aseguradora denominada Monterrey Cía de Seguros, misma que fue teniendo evolución en su nombre Seguros Monterrey, cuando se incorporó al grupo financiero se llamó Seguros Monterrey Serfin; luego vino la incorporación a la norteamericana Aetna y le llamaron Seguros Monterrey Aetna, actualmente se denomina Seguros Monterrey New York Life.
Hasta sus últimos respiros estuvo atento a la atención de sus asegurados y tengo un recado muy preciado donde desde su cama de hospital me escribió que ya se quería ir a la oficina. Un 27 de febrero de 2010 cerró sus ojos para ir del otro lado, donde algo grande y bello lo aguardaba, pues luego de un gran beso a mi madre se quedó con una sonrisa como quien ve al creador que lo llama.
Hago esta remembranza llena de nostalgia de lo que quisiera uno seguir celebrando, estoy seguro de que muchos de mis amigos cuyos padres se han adelantado en el camino y que al igual que el mío dejaron huella en nuestra familia y comunidad recordados como hombres íntegros de quien te puedes sentir orgulloso de sus valores y que nunca tuvieron nada de que esconderse.
Con esos ejemplos hay que seguir celebrando mientras nos permitan a los padres que se hacen presentes en las vidas de sus hijos, no sólo en la manutención que obviamente es muy necesaria, sino en la cercanía en el ejemplo, en los consejos y cuidados en trasladar conocimientos, entre otras muchas cosas.
Ahora hay muchos amigos que por diversas razones no viven en la misma casa, pero que no se apartan de su función de padres, que conviven y disfrutan de sus hijos sin importar cuál sea su estado civil o la relación con la madre de sus hijos, qué alegría que quienes estén civilmente desvinculados aún atienda a los descendientes.
En estos tiempos existen ataques de personas que les molesta la estructura de la familia tradicional y que para igualar a todos se deje de festejar esta celebración, como si con eso se fueran a sentir mejor los chicos que no tienen cerca a su padre, ya sea porque haya muerto, se encuentren divorciados o porque sus mamis decidieron no casarse y ser esas valientes madres solteras que prefirieron ir solas que mal acompañadas; en cualquiera que sea el caso, esas otras familias quisieran tener una imagen y convivencia paterna con todo lo bueno y malo que pueda tener el ascendiente varón.
Estoy seguro de que muchos quisiéramos tener la chance de un café o una cerveza para compartir nuestros éxitos o pedir consejo ante las dificultades; a quienes ya no lo tenemos con nosotros va un abrazo.
Quienes tengan el privilegio de tenerlo disfruten cada momento, cada reclamo o regaño, también si nos cuentan alguna historia que la hayamos escuchado muchas veces, tengamos la paciencia que nos tuvieron al enseñarnos a caminar o hablar, ahora nos toca velar porque coman, se atiendan y se cuiden y mientras tengan la dicha de poder disfrutarlos, háganlo y disfruten que la vida no da reversa y el calendario menos. Dedica tu tiempo con una sonrisa, un café o una cerveza y si ya no están, sólo una lágrima.
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