Algunas personas siguen temerosas de que este próximo 2 de abril, Estados Unidos cumpla la amenaza —pospuesta ya dos veces— de poner aranceles del 25% a todas las importaciones mexicanas.
Sin embargo, una lectura detenida, y no superficial, de los recientes acontecimientos nos indica claramente que va a suceder TODO LO CONTRARIO.
O sea, que esos aranceles altos y generalizados son lo último que puede pasar en la relación comercial entre México y EUA.
¿Por qué?
Primero, queda más que claro que las palabras de Donald Trump tienen que interpretarse a la luz de sus intenciones, y que una cosa son las “amenazas” y otra, a veces muy distinta, son sus “acciones”.
Las amenazas buscan presionar para que sucedan otras cosas, a veces muy distintas, y eso explica en buena medida por qué Trump ha pospuesto ya en dos ocasiones esos supuestos aranceles del 25 por ciento.
Pero más allá de las palabras de Trump, que al final del día siempre serán un “volado” y que tampoco pueden tomarse a la ligera, hay que estudiar con claridad la aritmética de las relaciones comerciales y los objetivos que persigue el nuevo gobierno de EUA.
Así mismo, hay que tener presente un instrumento fundamental: el T-MEC.
Y más importante aún, recordar que el T-MEC es nada más y nada menos que UNA HECHURA DE DONALD TRUMP.
Tanto, que al tratado alguna vez lo llamó “el mejor tratado jamás firmado por Norteamérica”.
Y es por eso que aquí cabe poner atención a las palabras que desde el jueves de la semana pasada dio Claudia Sheinbaum en su conferencia “mañanera”, y que quizá pocos comprendieron en ese momento, cuando dijo que veía el muy probable fin de los aranceles, tras la conversación telefónica que tuvo con su homólogo del vecino país del norte.
Sheinbaum recordó que el gobierno de Trump ha afirmado que el 2 de abril entrarían también los “aranceles recíprocos” de Estados Unidos con el resto del mundo.
¿Qué son esos aranceles? Son los que EUA aplicaría en los mismos productos en que los demás países los apliquen a los productos estadounidenses.
Y como México es parte del T-MEC, y en nuestro país ya de por sí no se cobran aranceles a la inmensa mayoría de productos de EUA, ese país tendrá que aplicar, desde el 2 de abril y de acuerdo con su propia lógica, la misma regla.
Por ello, tendría que exentar de impuestos a todos los productos que ya estén en dicho tratado.
Sume esa reflexión de la presidenta mexicana a las palabras que el mismo jueves pronunció el propio Donald Trump, quien aseveró que los productos “que ya estén” en el T-MEC quedaban, por un mes más, exentos de arancel; y luego informaron que los que NO estén en el T-MEC recibirían un arancel, no del 25%, pero sí del 10 por ciento.
Diversos analistas ven esto como una acción clara para empujar a que TODOS los productos, tanto de EUA como de México, ¡entren al T-MEC!
Lejos de ser, entonces, una medida para ponernos más barreras, buscaría ser una medida para quitar las restantes barreras.
Bajo esta luz, Trump resulta ser mucho más pro-integración económica de lo que imaginábamos.
Pero claro, Trump NO LO PUEDE verbalizar así, porque su narrativa populista necesita mantenerse “nacionalista” y “pro-americana”, con constantes “amenazas” hacia México. Eso espera escuchar su votante promedio.
Amenazas fantasiosas que en realidad esconderían una intencionalidad de integrar económicamente, aún más, a EUA con México.
Por eso aquí también se vuelven mucho más claras las palabras que el fin de semana pronunció el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, cuando dijo que las medidas de Trump sólo empujarían a que más empresas mexicanas que exportan abracen las reglas del T-MEC.
Y eso concuerda con los analistas que advierten que el T-MEC es “el arma letal” contra los aranceles de Trump, pues impedirá la aplicación de aranceles a todos los productos registrados bajo sus términos.
Y Trump debe saberlo bien, porque el T-MEC es “su creación”.
Por eso, las posibilidades de que Trump viole su propio tratado suenan enormemente lejanas.
Más bien, buscará hacerlo más grande.
Así de sencillo.