Dícese que la magia es el arte o ciencia oculta con la que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales. Sin embargo, el ser humano, dotado de muchas virtudes y otro tanto de defectos, viste con la magia una serie de acontecimientos aderezados con emociones que permiten magnificar la vida y sus entornos para dar cabal cumplimiento a las fantásticas ilusiones.
En estas épocas de Navidad, el ser humano comúnmente retrocede en el calendario para darle entrada a los pasajes más bellos de la infancia, con los más sensibles y nobles recuerdos que han quedado almacenados, a pesar de los años, en lo más profundo del corazón y que vuelven a tomar vida bajo el abrigo de las luces navideñas, el pinito, los obsequios, la sonrisa y la inocente felicidad de aquellos pequeños que, de nuevo, ingresan en lo que significa este trayecto llamado vida, viviendo la experiencia de la magia de la Navidad.
A pesar de las alegrías contenidas en estas fechas, los recuerdos, agridulces y, en ocasiones, hasta dolorosos, se convierten por la ausencia de aquellos que fueron los pilares en la formación de nuestras vidas: abuelitos, padres, hermanos, sobrinos, hijos, tíos, primos y todos aquellos que, por diferentes circunstancias, han sido llamados a la presencia de Dios Padre y que, en su momento, atiborraron de alegría y felicidad nuestros corazones y alimentaron la formación de nuestras azarosas vidas.
Amanecer un día más en este mundo, abrigado de ilusiones, nos permite disfrutar de la magia de la fantasía que viste nuestras vidas de amor, comprensión y empatía. Es parte del proceso que nos permite andar con el ánimo y entusiasmo elevados para continuar andando en la búsqueda de la plenitud de nuestras vidas.
Para unos, solamente basta una sonrisa, un abrazo, un “te quiero”, un auto, una casa, una familia, un hogar, un empleo, la salud, un amor, una verdad. Y eso es lo que finalmente pueden ser algunos de los elementos con los que nos alimentamos de forma particular: la magia que ilusiona nuestras vidas para continuar adelante.
Normalmente, el espíritu navideño, convertido en magia, asalta en estos días las vicisitudes y cosas cotidianas de la vida para dejarlas congeladas en el tiempo de una merecida pausa, donde depositamos el estrés propio de nuestro complicado andar, para dar pie a la ilusión de vivir y convivir con quienes hemos querido, con aquellos que hemos convertido en nuestros seres queridos.
Así pues, aunque la vida sigue, los políticos locales, por ejemplo, han hecho un alto en sus ahora cotidianas actividades bélicas para demostrar quién es el más poderoso de los poderes, en una muy cuestionable guerra contra el sentido común y la gobernabilidad que, lamentablemente, nos afecta a todos los neoleoneses, los nuevos y los viejos, por decirlo así.
Sin embargo, estos tiempos de amor, paz, armonía y buenos deseos —es decir, en estos tiempos de “la magia de la Navidad”—, abogamos para que esta magia inunde de bondad el corazón de todos ellos y, por supuesto, de todos nosotros, para que, como en los tiempos en que éramos pequeños, todos los días de nuestra vida se conviertan en Navidad.
Hoy, estimado lector, mis mejores y más bellos deseos son para usted, para sus familias y para que todos sus seres queridos, incluidos si estos son políticos de los viejos y de los nuevos, para que hagamos “magia” en estos días y vivamos ilusionados con una Navidad permanente todos los días de nuestra vida. Que así sea. ¡Feliz Navidad y, por favor, hagamos magia!, que no nos cuesta.
Por hoy es todo. Medite lo que le platico, esperando que el de hoy sea un hermoso día. Por favor, cuídese, ame a los suyos y cuide a su familia. Me despido honrando la memoria de mi hermano Joel Sampayo Climaco con sus palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos aquí el próximo lunes.