Opinión

Fácil

Sección Editorial

  • Por: Felipe de Jesús Cantú
  • 16 Octubre 2023, 20:02

En medio de la guerra, los malos augurios, presagios de destrozos y violencia que deriva en muerte, se ensombrece el panorama de nuestro futuro y con esos elementos es muy fácil caer en el pesimismo.

Las verdades aparecen y nos cuentan que la inflación, que costó tanto controlar, se avecina de nuevo por las complicaciones logísticas y de producción de alimentos.

Coloquialmente, las frases populares van condicionando la forma en la que enfrentamos la vida y va penetrando en nuestra mente de forma que asumimos como verdades las mentiras que nos contamos. Somos presa de las afirmaciones de padres, abuelos y compañeros de vida en la escuela, el trabajo y en el entorno social.

Luego de aprenderlo, lo ejercitamos y difundimos, confundiendo más al prójimo. Por ello es que la difusión es tan peligrosa cuando no se sabe a quién va dirigido el mensaje.

Seguro que tú recibiste el consejo de “no te mojes, porque te vas a enfermar”. En este refrán popular se encierra una de las más grandes contradicciones, porque la misma persona que nos decía eso era la que nos presionaba para que dejáramos atrás la probable costumbre de no bañarnos. Entonces, si nos mojamos en la regadera todos los días no nos enfermamos todos los días. ¿porqué la advertencia de evadir la lluvia tendría un efecto en nuestra salud?

Hay unas joyas de expresiones que merecen más que un recuerdo. Quizá recuerdes la expresión de que “las matemáticas son difíciles”. Cuando nos asomamos a nuestra experiencia personal, lo más probable es que durante tus primeros días de estudiante de matemáticas nunca tuvimos un problema, pero cuando te repiten tantas veces que las matemáticas son lo más problemático, entonces decidimos “comprar la idea” y nos dejamos caer en la hamaca de la conformidad.

“Te vas a caer” es una sentencia que muchas madres decretan a sus hijos y con ello ¿Qué es lo que termina sucediendo? ¡Exacto!, se caen los obedientes hijos.

Sirven estos pocos refranes para refrendar que somos lo que oímos, somos lo que comemos y hacemos lo que vemos, somos imitadores de nuestros cercanos, comenzando con nuestros padres y, seguramente por eso es que criticamos a los que son un poco diferentes a nosotros en cualquiera que sea el motivo de análisis. “De tal palo, tal astilla” o “Hijo de tigre, pintito”.

Las dificultades de nuestra vida son menores y las engrandecemos cuando las calificamos de grandes o complejas o cuando nos conformamos autocensurando nuestro proceder y, si alguien nos analiza bien, puede que nos diga en lo que andamos mal, pero ya entendimos que una crítica no la vamos a aceptar y mucho menos si la puso en su Facebook.

¿Porque nos cuesta tanto aceptar que viviendo en sociedad todos dependemos de todos? ¿Porqué no hacemos una práctica diaria la de ponernos en los zapatos de los demás? para entender que “cada cabeza es un mundo” y cada uno de nosotros trae en su interior diferentes enseñanzas, o las mismas pero con diferente interpretación y aprendizaje.

Las regiones que están en guerra nos muestran una pobre interpretación de la vida y el atraso en que hemos mantenido a la humanidad que regresa a tiempos pasados que no dejaron nada bueno.

La Segunda Guerra Mundial, la guerra civil de España o la de Estados Unidos, la guerra santa, la guerra del Golfo Pérsico, la guerra de los pasteles, la que quieras. Ninguna tiene clara una justificación real, sino que es la afirmación y rencor de unos contra las de otros.

Ahora bien, si lo vemos desde la óptica correcta. ¿Es realmente difícil aceptar que alguien tiene una mejor computadora que yo, o un mejor carro, o una casa más linda, o un jardín más verde, sin que ello sea motivo de discordia?

La realidad es que no es difícil si reducimos nuestras expectativas respecto a lo que hagan o posean los demás, y aún más fácil si atendemos nuestros propios asuntos, antes de comenzar a ver y criticar los de los demás.

Ya sé que “del dicho al hecho, hay mucho trecho”, pero es fácil si nos concentramos, si nos regodeamos al sentir como nuestros los triunfos de los demás y si desterramos la envidia de nuestros pensamientos diarios. Creo que es más fácil de lo que pensamos y, si lo practicamos siempre, también aprenderemos a ser más felices. Fácil.

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